El reecuentro

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Aún quedaban varias horas para ir al castillo y tenía permiso para ir a investigar la casa. En su cuarto no había mucho que hacer, era amplio y estaba bien ordenado. Era el doble de grande que el que tenía en casa de sus abuelos, aunque seguía teniendo los mismos elementos principales: una cama en la que cabían cuatro personas, un limpísimo espejo con una hermosa tina y un enorme armario de roble tallado. En el centro de la estancia también había una mesa de ocho plazas adornada cuidadosamente con tonos cremas y azules. Lo que más le llamó la atención de su nueva habitación fue que la ventana estaba construida de tal forma, que dejaba un espacio bajo ella donde era perfectamente factible sentarse, incluso habían colocado almohadones. Podía imaginarse a sí mismo pasando los días allí leyendo. Por mucho que le tentase, no había ninguna librería y tendría que ir a buscar la biblioteca de la casa si quería leer algo. Si ese no fuese motivo suficiente para dejar aquel espacio seguro, debía comprobar si aquel mozo de cuadra realmente había dejado en buenas condiciones a su querida Epona.

Abrió la puerta con cuidado y salió con poca seguridad. Todos los pasillos eran iguales: ventanales por un lado y puertas por el otro. Creía recordar cómo volver a la entrada, aunque no estaba muy seguro de si habría un acceso directo a los establos. En cualquiera de los casos, tomaría el camino que conocía, lo que menos quería en aquel momento era perderse y meterse donde no debía.

Ahora que tenía tiempo para observar con tranquilidad, se percató de que muchos de los cuadros que había colgados en la pared eran obras y no retratos como pensó originalmente, incluso había escenas de batallas y del mercado. Respiró tranquilo al ver que no solo había rostros, sería un poco tenebroso pasar por allí de noche con tantos ojos mirando. Por las ventanas tampoco es que pudiera verse demasiado. Echaba de menos el bosque y el sonido de los pájaros, lo único que podía escuchar era el bullicio de la gente.

Descendió escaleras abajo y siguió observando con cuidado el mobiliario que lo rodeaba. A su pesar, encontraba algunas similitudes con la casa de sus abuelos, aunque fueran pocas. La primera fue el uso de los tonos azules, era el color favorito de su abuela. Al principio pensó que seguramente su padre lo usaría debido a que era el color de la bandera del reino, después recordó que también era el color que usaba el escudo familiar.

La entrada de la casa era lo más impresionante de todo. La araña que colgaba del techo era diez veces más grande que la de sus abuelos y el suelo de mármol relucía con la escasa luz que entraba por los ventanales. Avanzó por el espacio y salió por la puerta. Ya se había percatado al llegar, pero la gente realmente escaseaba en la calle.

Siguió los pasos de Damián y llegó a lo que debían ser las cuadras. Por su aspecto debía serlo. Estaba hecho de piedra y madera y era enorme. Jamás pensó que vería unas cuadras tan magníficas.

Al entrar, escuchó el familiar relincho de Epona. La yegua descansaba felizmente en una de las cuadras. Link se acercó a paso ligero y con una gran sonrisa a saludar a su amiga.

-Paja limpia, agua y comida. - dijo casi con un susurro. - Incluso te han cepillado. Ese chico ha hecho un buen trabajo.

Al acordarse de que tal vez no estaba solo, miró en derredor, pero no había nadie más. Damián debía haber salido.

Se sentó en una bala de paja junto a la cuadra y se quedó allí pensando todo lo que iba a cambiar a partir de ahí.

-Algo me dice que en pocos días fingiré un ataque de asma. - comentó para sus adentros con desesperación. Epona le dio un golpe en el brazo y Link la miró. - Si, si. Lo intentaré, pero no prometo nada. Si las cosas se ponen complicadas volveremos a nuestra tranquila vida en el bosque.

Epona se apartó y comenzó a comer paja.

Con un suspiro Link miró a su alrededor. Aquel sitio era enorme y el resto de la casa no se quedaba atrás. Esa iba a ser su nueva vida y no creía estar preparado para ello. Sin contar que iría a conocer al rey por la tarde... Fingiría el ataque de asma en cuanto se encontrase con la siguiente persona, estaba decidido.

The legend of Zelda: La princesa del caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora