Día 3: Juntos.
Ha pasado mucho tiempo y este one-shot es demasiado simple, pero todavía pienso completar esto.
•••
Desde siempre, el tiempo que pasaron juntos fue limitado por las circunstancias. Si bien su primer encuentro fue casual, un accidente aleatorio entre los hilos de los planes que creía bien atados, William llegó a desear un destino diferente en el que fueran libres de esas circunstancias. Había estado consciente de que se trataba de un error y de que lo preferible era ser odiado por él, pero no logró desprenderse de ese secreto anhelo.
Entonces este se materializó en lugar de la muerte; Sherlock salvó su vida y se enredó ―otra vez― en los intersticios de ella y de su corazón, hasta abarcar los rincones oscuros que nunca pretendió mostrarle a nadie. De esa manera, estar con alguien cobró un nuevo significado.
Descubrió también el temor a perderle, a volver a estar solo, aunque antes no hubiese sido una preocupación para él. Incluso había estado soñando con ello; veía a Sherlock morir por intentar alcanzarle, y la idea le devastó más allá de lo que pudiese expresar con palabras.
―Te dolerá la cabeza si sigues mirando ese florero tan intensamente ―dijo Sherlock de pronto, haciéndole notar su presencia. Sus brazos le rodearon desde detrás del sofá y un beso le cayó sobre la sien―. ¿Qué es lo que te ha hecho el pobre?
Volvió el rostro inconscientemente y levantó la mano en ademán de cubrirlo. El parche negro que solía cubrirle la cuenca vacía estaba sobre la mesa de centro.
―Acabo de notar que olvidé cambiar el agua ―explicó, con un suspiro imperceptible―. Hemos estado muy ocupados estos días y ni siquiera me percaté.
Sherlock guardó silencio y William bajó la mirada de los pétalos marchitos que caían de la porcelana. Intentaba con todo su ser convertir en un hogar aquel espacio que les habían entregado, pero así como sucedía con la misma ciudad de Nueva york, vasta e indiferente, este parecía resistirse a sus esfuerzos.
―Si es solo eso, bastará con que traiga otras ―repuso con simpleza al tiempo que le soltaba. Dio la vuelta y tomó asiento a su lado.
―Aunque tú no las compraste en primer lugar.
―¿Desearías que sí? ―al decirlo se rio entre dientes―. Si vas a jugar a hacerte el difícil de nuevo, no tengo problema en cortejarte de esa forma.
―No soy tan caprichoso, Sherly ―negó con una sonrisa esquiva. Sherlock debió notar la rigidez que su cuerpo había adoptado y el hecho de que continuaba sin mirarle de frente; alargó una mano y tomó su rostro con delicadeza.
―Pero me gustaría verte serlo ―pronunció despacio, en tono persuasivo. Sosteniendo su barbilla, le instó a volverse, acción ante la cual no le quedó más remedio que ceder―. ¿Cuándo fue la última vez que vi tu rostro descubierto? Casi llego a creer que había algún problema con la cicatrización.
La sensación de sus ojos examinándole le inspiró una espantosa inseguridad. A falta de un ojo, su rostro no volvería a ser igual de bello. No resultaría atrayente ni camuflaría la podredumbre de su corazón; la cual no era diferente a que el hedor de los incontables cadáveres se le hubiese adherido a la piel. En el fondo poco le importaba cómo luciera, pero la idea de que Sherlock considerara su aspecto tan repugnante como se sentía le hizo experimentar una nueva clase de dolor.
―Ya sabes cuando fue; no necesitas que te lo recuerde.
―No está demás ser consciente de los propios errores ―dijo, y deslizó los dedos a lo largo de su mejilla.
Se estremeció. Al dormir juntos, procuraba mantener la luz apagada y la cara oculta para que no le viera, y Sherlock, más respetuoso de su espacio que en este momento, no intentaba escudriñar entre las sombras. Ahora solo podía quedarse paralizado mientras las puntas de sus dedos descubrían su piel.
―Lo haces parecer como si fuese tu culpa ―exhaló, resignándose a la caricia de sus labios contra las pestañas doradas y la curva del pómulo―. Y sería natural que te incomodara verlo desde cerca.
―A excepción de esta parte, ya te había tocado al revés y al derecho. Ninguna cosa podría echarme para atrás. ―La vibración de su risa le hormigueó la cara.
―No sé si sea algo de lo que estar orgulloso.
―Sé que es lo mismo para ti, Liam. Por eso deja de preocuparte por esto de una vez ―dijo refiriéndose al parche negro que yacía delante de los dos, el cual tomó y con suma delicadeza colocó sobre su párpado descolorido―. Tonterías como esta no nos afectarán mientras estemos juntos.
Mientras le ataba la cinta debajo del cabello, William reflexionó; su confianza para soltar tales declaraciones se iba fortaleciendo cuanto más tiempo pasaba a su lado, y en el fondo sabía que a Sherlock le preocupaba menos avergonzarse a sí mismo que dejarle en claro su sentir. «Cuando Liam y yo formamos equipo nadie puede enfrentarse a nosotros»*, él dijo una vez, y aunque entonces un futuro en que eran pareja además de compañeros se le hubiese antojado impensable, le había transmitido el mismo destello de calidez a su corazón aletargado.
―Ya que estás de tan buen humor, quizás deje la luz encendida esta noche ―añadió después, tras girarse, con un ligero apretón en su mano. La sonrisa de Sherlock fue tan efusiva como el abrazo que le dio.
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Al despertar por la mañana al día siguiente, William estiró el brazo y se encontró con un objeto en lugar del cuerpo cálido de su pareja: cubierta por papel blanco, un ramo de rosas rojas ocupaba la almohada. Sintiéndolo irreal, acarició uno de los pétalos y al hacerlo le pareció que recuperaba algo perdido.
Volvió a cerrar los ojos. Cuando regresara para despertarlo, Sherlock de seguro le encontraría sonriendo.
•••
*Esto hace referencia a la segunda novela, Forbidden games; Sherlock dice esa frase cuando se encargan de un caso en Durham.
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Tú y yo estaremos bien
FanfictionEn lugar de la muerte, fue un enamoramiento inevitable lo que les atrapó. Fragmentos de la vida en común de Sherlock Holmes y William James Moriarty. Serie de drabbles y one-shots. Spoilers del manga. Rating sujeto a cambios. #Sherliamweek2021 Yu...