7 | Se fue la luz, nada nuevo

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Sally

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Sally

Siempre había sabido que a la gente se le zafaba un poco los tornillos en momentos de estrés y confusión como ese. Pero lo que estaba pasando ahí no lo había visto nunca; entre la gente insultándose sin ton ni son, y la pelea que había presenciado en la planta de abajo, empezaba a sentir compasión por los viajeros de otros países que hacían escala ahí y habían quedado atrapados en ese desastre.

Si Sally estuviera en sus lugares, ya estaría encerrada en un baño cualquiera, esperando que la tormenta pasara para volver a salir y largarse a su casa.

Todo el área de espera quedó a oscuras a excepción de los esporádicos rayos que iluminaban el lugar bajo una luz blanca electrizante. Una guardia de seguridad surgió de entre los pasillos y sin titubear se subió a una encimera, con altavoz en mano. Escaneó con los ojos entrecerrados a la marea de personas ansiosas en la oscuridad y encendió el altavoz:

—Pronto volverá la electricidad, lamentamos todos los inconvenientes ocasionados —dice la guardia, con voz confiada— Pero, por favor, necesitamos que guarden la calma. Hay una tormenta eléctrica sobre toda la ciudad, no hay mucho que podamos hacer para solucionarlo. Debemos esperar.

Su aviso pareció calmar un poco las aguas, o al menos, logró acallarlas.

Un trueno hizo temblar el piso y los cristales de las ventanas. Sally soltó un resoplido, casi se le sale el corazón por la boca ante aquel estruendo. Cuando regresó a los bancos, la chica seguía allí, sin rastro de haberse inmutado por los truenos que no dejaban de sonar; no creía que en verdad fuera a robarle, solo lo había dicho en broma, pero nunca se sabe qué puede pasar.

Los rayos brillaban con intensidad, pasando del azul al blanco, y de vez en cuando iluminando todo una intensa luz morada. Nunca había visto algo así. Era casi tan maravilloso como paralizante.

Con cada destello en el cielo la silueta de Delia refulgía con la luz que atravesaba los amplios ventanales.

Se deslizó en el banco, dejando una distancia prudente que las separara. Lanzó una mirada discreta a la chica a su lado, que parecía buscar algo con fervor en su celular. Sus cejas estaban arqueadas hacia abajo mientras se desplazaba por la pantalla.

Aclaró su garganta, sin saber qué decir, después de todo, son desconocidas, en medio de un contexto bastante absurdo. Apenas sabe su nombre, no hay mucho de lo que pueda sacar conversación.

Estaba por improvisar, y no era precisamente su fuerte. Ni siquiera tenía muy claro lo de tener un fuerte.

Dejó la bolsa de papel en el espacio que quedaba entre las dos y la empujó en su dirección, sin decir nada. Delia apartó la mirada del celular y se fijó en el humeante paquete a su lado. Sonrió, sus cejas se alzaron con una divertida confusión, esperando que Sally le diera algo más de información.

—Em... —buscó su voz y esa seguridad que había tenido hace un rato cuando le soltó sin medirse gran parte de sus desgracias a esa chica. Respiró, calmando su mente y solo soltó lo que quería decir: — Traje chocolate caliente y tequeños. No sabía si habías comido algo, pero... eso.

Bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora