Sus heridas

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La noche llegó y el silencio era lo único que no había en el castillo...

Los murmullos de los soldados y los sirvientes aún podían oírse si se ponía la suficiente atención. No había nadie dentro de aquellas murallas que no supiera lo que aconteció en los terrenos centrales aquel día, y así mismo nadie sabía el verdadero alcance de la situación.

Auru contemplaba en pulcro silencio a su antigua estudiante, la que dormía profundamente desde hace ya varias horas. Había tantos sentimientos, tantas palabras, y sin embargo todo se redujo a arrepentimiento y disculpas susurradas.

Era tan culpable del sufrimiento de Zelda como ese hombre.

El sonido de alguien llamando a la puerta lo hizo volver a la realidad, pero aún, sin apartar su mirada de la joven princesa, habló.

— Adelante.

La pesada puerta de roble se abrió con lentitud, dejando entrar ligeramente la cálida brisa veraniega que fue reemplazada por firmes pasos.

— ¿Cómo se encuentra? — preguntó Rusl, una vez estuvo a su lado.

— Sigue inconsciente, aunque ya ha recuperado el color y su temperatura se estabilizó. — respondió Auru con quietud. — ¿Qué hay del muchacho?

— Descansando en la habitación de abajo. Con lo terco que fue hoy seguramente estará bien. — comentó con cierto humor.

— Criaste un excelente hombre, Rusl. Fuerte, justo, valiente y leal; no es de extrañar que haya sido elegido por las diosas. Hoy demostró con creces que merece ser llamado héroe. — dijo con pesar al recordar.

— Auru, sabes que no quiso ser tan duro. Fue el calor del momento.

— Sí, pero fue aquel calor lo que me hizo hablar y terminar de darle forma a esta tragedia.

A lo largo de su vida, Auru había hecho y visto prácticamente de todo, tanto como noble y proscrito, pero nunca en su vida olvidaría la mirada y palabras que aquel joven le dedicó una vez todo terminó.

Le perseguirán de por vida...

.

.

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Nadie se movió una vez la luz dorada atenuó y la princesa y el héroe volvieron a ser visibles. Estaban en el suelo, con él de rodillas, mientras sostenía con cuidado a la joven desmayada. Se alzó en silencio cargando a Zelda, a quien no dudó en atraer hacia sí mismo, a pesar de la sangre que salía de sus heridas. Su mano izquierda sujetó con fuerza sus hombros, logrando acomodar el rostro de la chica contra su clavícula, mientras que su brazo derecho sostuvo sus piernas. Su flequillo le cubría los ojos y con delicadeza acercó su rostro hacia el de la chica susurrando unas palabras que nadie distinguió.

Auru y el resto se apresuraron en ir en su ayuda, no obstante, él les detuvo con sólo una mirada fría y volteó hacia el hombre que había causado todo.

El consejero Franz y el resto de nobles permanecía en pulcro silencio ante lo presenciado, y de pronto simplemente murmulló algo al ver al héroe.

— ¿Ella realmente intentó matarme?

— ¿Esperabas que no? — preguntó él sin emoción.

— ¿Quién eres tú? ¿Qué fue lo que hiciste? — preguntó, recuperado su postura digna a pesar de la conmoción.

— Soy Link, de Ordon.

— ¿Ordon? ¿Aquella aldea aislada del sur? Pero ella te llamó héroe. Imposible.

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