Consuelo

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Tercer día del reto #Flufftober.
Tema: Bajo la Lluvia.

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            Llovía a cántaros.

           Gracias a las noticias, se supo con tiempo que aquella tarde una tormenta se desplomaría sobre gran parte de Tokyo. Lo que Sesshomaru no esperaba era recibir la llamada de aquella pequeña molestia —Kagome Higurashi— cuando recién comenzaba a llover, tampoco esperaba que el motivo de la misma fuera para decirle que sería genial si él estuviera allá, con ella, ahora mismo.

           Cuando el peliplata le preguntó por su amiga Sango, o las otras tres que siempre la acompañaban, Kagome le contestó que no estaban disponibles en ese momento. Tenían otras ocupaciones y el hecho de que llovía tampoco ayudaba. Sesshomaru entonces se preguntó si él tampoco tenía cosas que hacer, pero no dijo más, pues si ella le estaba pidiendo que fuera a visitarla sabiendo de sus verdaderas ocupaciones y que la tormenta podría empeorar en cualquier momento era porque realmente lo necesitaba.

            —Voy para allá. —informó sin indagar más.

            Lo bueno era que estaba a solo unas cuadras de la residencia Higurashi. A pesar de la lluvia y que el viento soplaba con fuerza, avanzaba a buen ritmo. Al llegar hasta la calle donde vivía su amiga, la ‘’pequeña molestia’’, su sorpresa fue mayúscula cuando encontró a la joven de mirada castaña en a la intemperie, bajo el aguacero.

            —¿Y ahora qué hizo? —fue lo primero que preguntó el chico de larga cabellera platinada y ojos ámbar una vez que estuvo frente a ella. Su fría expresión no cambiaba ni en momentos así.

            Al escuchar la pregunta, el rostro de Kagome adoptó un ligero color granate y esbozó una mueca. Era difícil saber si la chica estaba avergonzada o molesta.

            —¿Cómo sabes que te llamé por eso? —respondió ella con otra pregunta.

            El más alto suspiró con fastidio. ¿Era en serio? ¿Con quién creía que estaba tratando?

            —Sólo hay dos razones lo suficientemente fuertes cómo para estar de esa forma... —comentó Seshomaru. Podía escuchar como las gruesas gotas de lluvia chocaban contra la parte superior de su paraguas—. O te encuentras demasiado feliz como para poder bailar y saltar bajo la lluvia... o te encuentras tan triste que no te importó salir a desahogarte con la lluvia que está cayendo ahora y te mojaste para, según tú, lavar tu sufrimiento y que se vaya junto con el agua que corre hacia las alcantarillas.

            Kagome permaneció en silencio durante unos largos segundos. Durante ése lapso de tiempo, Sesshomaru la observó con detenimiento y preocupación. Con el cabello empapado y el flequillo pegado a su frente, los ojos opacos, el rostro mojado, aquella especie de mueca, la ropa goteante y adherida a su cuerpo, la joven transmitía la impresión de hallarse al borde un abismo que solo ella podía vislumbrar.

            —Me conoces tan bien —comenzó ella con un raro aire de diversión—… que es aterrador.

            Avanzó en dirección al hombre de ojos ambarinos que, parado a unos pocos metros frente a ella, se refugiaba debajo de un paraguas azulado y la miraba con evidente preocupación. Kagome volvió a hablar:

            —Es gracioso e injusto que yo no conozca casi nada de ti...

            —No digas tonterías —refutó él con voz severa—. Tú conoces tanto de mi como yo de ti, porque nosotros... —frunció el ceño—. No me gusta para nada decir esto, pero, en esta situación, supongo que es necesario —respiró profundo para relajarse. Demostrar algún tipo de sentimiento, emoción, alguna debilidad frente a otro ser vivo no era lo suyo. Pero, con ella siempre hacía una excepción a sus reglas—. Tú y yo...somos amigos.

            Al escuchar esto, Kagome sonrió, quedando aquella rara mueca suya en el olvido. Acabó de meterse bajo el paraguas junto a él. Ya no se estaba mojando. Pero, igual, estaba tan empapada que cubrirla parecía un sin sentido. Aunque, igual Sesshomaru la cubrió de la lluvia. Colocando ambas manos encima del pecho ajeno, Kagome apoyó su cabeza en uno de los hombros de él.

            —Es bueno escuchar eso... —inspiró profundamente, sintiendo el aroma ajeno—. Vaya, debió costarte horrores decirlo cuando, por lo general, soy yo quién lo dice...  —su voz parecía haber recuperado una buena parte de su ánimo—. Somos amigos, Sessho...

            Y volvieron a quedarse en silencio. A pesar de que ella no había dicho nada en concreto del verdadero motivo de su llamada, ya Seshomaru sabía que era lo que pasaba. O, al menos se hacía una idea.

            —Creo... —comenzó ella con voz queda. A pesar del sonido que producía la lluvia, él pudo escucharla perfectamente—... que él aún no la olvida...

            Sesshomaru no dijo nada cuando ella retiró las manos de su pecho y lo abrazó; y él correspondió con su brazo libre sin pensarlo demasiado. En ningún momento pareció importarle el hecho de que Kagome mojaba su ropa gracias al contacto. Ella continuó, ahora más confiada, con lo que estaba diciendo al principio. Habló y habló tanto como pudo, liberándose, desahogándose de todo lo que tenía que decir. Le contó todo: el cómo Inuyasha y ella lo habían intentado otra vez y las cosas parecían evolucionar correctamente, hasta hacerle creer, con una muy cruel esperanza, que esta vez sí que serían felices... pero, como otras veces, no funcionó y él acabó regresando con Kikyo.

            Y, cuando por fin acabó de hablar, con la voz quebrada y temblorosa por el frío y el dolor, Kagome rompió a llorar. Unos minutos después, su llanto remitió hasta que se redujo a un sollozo y, finalmente, se calmó. En ningún momento paró de llover. Aquella precipitación seguía cayendo con la misma fuerza y constancia del principio. Para él habría sido muy fácil decirle que adentro estarían mejor, que parara un momento y entraran. Pero sentía que no debía hacerlo. De alguna forma sabía que allí, en medio de aquel torrente de agua que se desprendía del cielo y aterrizaba con fuerza, ella estaría más cómoda.

            Así que, aun cuando su mente le gritaba que el riesgo de obtener un resfriado aumentaba con cada gota que recibían, la dejó estar. Se quedaron de esa forma durante un buen rato. Hasta que Kagome deshizo el contacto, lo miró a los ojos y dijo:

            —Por cierto, ¿qué haces aquí? —sonrió suavemente—. ¿Por qué viniste?

            Ante la pregunta, Seshomaru se le quedó mirando con una expresión vacía.

            —Tú me dijiste que viniera.

            —Ah, ¿sí? —se encogió de hombros—. Bueno, qué importa. —y se pegó a él de nuevo, con los ojos cerrados—. Gracias por venir y por escucharme, Sessho. Lo necesitaba, muchas gracias.

            —No hace falta que agradezcas. —murmuró—. Entremos, no vaya a ser que te resfríes.

            —Sí, mamá. —bromeó ella. Seshomaru gruñó y ella rió—. Vamos, ya tu sombrilla no está funcionando. ¡Mira cómo estás empapado!

            Empezaron a caminar, entrando por el sendero que conducía a la morada de la joven de cabellera azabache.

            —Sí. Todo es tú culpa. —masculló el joven con tranquilidad.

            —¿Eh? ¿Y ahora qué hice?

            Mientras iniciaban una pequeña discusión, Kagome abrió la puerta y, seguida de cerca por su amigo, procedió a cerrarla detrás de ellos, dejando afuera a la constante y fría lluvia que no parecía querer amainar por nada del mundo.

Inuyasha: Flufftober 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora