En el Festival

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Cuarto día del reto #Flufftober.
Tema: Beso Indirecto.
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            —Gracias por acompañarme hoy, Seshomaru. —agradeció Kagome con una sonrisa mientras avanzaba a través del festival en compañía del mencionado.

            —Vine porque no me dejabas en paz. —murmuró el más alto, dándole un rápido vistazo. No tenía pensado decirlo en voz alta, pero, debía aceptar que Kagome Higurashi se veía hermosa en Yukata—. A veces puedes convertirte en una verdadera molestia.

            —Claro, por supuesto. —rodó los ojos—. Convencerte no fue tan difícil que se diga. —le palmeó el hombro—. Vamos, Sessh~. Admite que también querías venir~.

            —Hmph... —fue toda la repuesta que recibió.

            Kagome sonrió, victoriosa, al ver cómo se le complicaba a ese chico refutar eso último. Se abrazó a él y juntos se dispusieron a recorrer el lugar.

            Pasaron frente muchos pequeños negocios de ventas y puestos de comida. Jugaron, o mejor dicho, Kagome hizo que Seshomaru jugara y ganaron algunos premios… aunque todos los ganó él debido a que la puntería y pulso de la chica dejaban mucho que desear. Gracias a la frialdad y calma con las que el joven de dorada mirada hacía las cosas, fue que ella pudo reunir una buena cantidad de peluches y otros premios.

            —¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Kagome sin dejar de abrazar algunos peluches. El resto los llevaba el más alto en bolsas.

            —No lo sé. —La acidez de su voz y la cara de pocos amigos que llevaba la tenían sin cuidado—. Podríamos irnos, por ejemplo.

            —¿Irnos? No seas aguafiestas, Sessho. —rió ella—. Es un festival y prometiste que te quedarías conmigo. ¿O acaso no eres un hombre de palabra?

            —Hmph —respondió Sesshomaru.

            Caminaron durante unos minutos, solo mirando los alrededores. De vez en cuando se encontraban con algunas procesiones que, adornadas con flores y demás elementos de gran colorido, se movían con grandes carrozas.

            La noche estaba muy fresca y agradable. La luna, en cuarto menguante, daba la impresión de, según Kagome, ser un bollo relleno de frijol partido a la mitad. Algunas estrellas podían apreciarse en todo lo largo y ancho del cielo. Refulgían y brillaban mucho, cómo pequeños puntos cuya función era la de adornar el firmamento y evitar que solo la luna luchara contra aquella inmensa oscuridad.

            Mientras conversaba con aquella entusiasta chica, con su yukata mostaza con estampado de lotos que la hacía ver hermosa, Seshomaru pensó que haber asistido a un matsuda por primera vez en mucho tiempo no era tan malo y aburrido como esperaba.

            —Tengo hambre... —informó ella sin dejar de mirar los alrededores, buscaba algún puesto que vendiera algo delicioso. Su acompañante supo que lo había encontrado cuando, de la nada, comenzó a saltar—. Vamos a comer takoyaki.

            Sin preguntarle, Kagome tomó la mano del más alto y lo arrastró hacia un puesto cercano.

            —Región de Kansai... —murmuró Seshomaru para luego pinchar una bola de pulpo de su plato con un palillo.

            —¿Huh? ¿Dijiste algo?

            —Nada...

            A Seshomaru no le gustaban mucho los dulces, por ende, sólo Kagome comía los hanami dango que tenían de postre. Estaba comiendo la última brocheta cuando una idea se le pasó por la cabeza; una que le serviría para molestar a su buen amigo.

            —Oye, Sessho~ —llamó ella acercándole una brocheta con bolitas que, ensartadas una tras otra, cada una con diferentes colores pasteles, brillaban a la luz de los faroles. Faltaba un dango debido a que la chica se lo había comido—. ¿No quieres un poco?

            Kagome no tenía poco tiempo conociendo a su amigo, era mucho el tiempo que habían compartido juntos. Por ende, ella sabía muchas cosas acerca de él. Como que no le gustaban las cosas dulces y odiaba que alguien intentara darle de comer. Ni siquiera estando enfermo o en algún tipo de relación, al chico no le causaba gracia aquello. Al parecer, lo veía como una especie de ofensa a su orgullo.

            Y Kagome, que no era nada tonta, sabía muy bien en lo que se estaba metiendo.

            «Vamos, solo quiero ver a Sesshomaru enojarse un poquitín...», se dijo. «Es sólo por molestarlo un poco...»

            Lo que no se esperaba era lo que ocurriría después. Ante la pregunta, Seshomaru, con su expresión apacible de siempre, miró a su amiga en silencio durante unos segundos. Más tarde, Kagome se preguntaría si el movimiento que siguió luego de aquella mirada habría ocurrido a causa de la influencia del ambiente, el espíritu del festival o Dios sabe que cosa.

            Aún en silencio, Seshomaru tomó su muñeca y, luego de inclinarse un poco en su dirección, dijo:

            —Claro. —esbozó una media sonrisa—. ¿Por qué no?

            «Espera, ¿qué está pasando aquí?», pensó Kagome, sintiéndose fuera de lugar. «¿No irá a...?»

            La respuesta a sus cuestiones internas no tardó en llegar, pues él acercó su boca a la brocheta y comió dos de las cuatro esferas que quedaban. Esto no le habría causado tanto impacto si solo fuera una brocheta común y corriente... cosa que no era así. Porque ella había probado la brocheta de dango antes de ofrecérsela a su amigo… y Seshomaru puso su boca en el mismo lugar donde ella hubiera puesto la suya antes.

            Y eso quería decir que se trataba de un...

            «Beso indirecto», se dijo y todos los colores se le fueron a la cara. «No puede ser...»

            —Mmmm, no está mal. —manifestó él, ignorante del torbellino de emociones en el que su amiga estaba envuelta.

            Kagome casi echaba humo.

            De esa forma, Kagome aprendió una pequeña lección aquella noche del festival. Eso de hacerle bromas a su amigo Sesshomaru estaba descartado. Llevar a cabo tal cosa exigía el tener que hacer frente a daños colaterales.

Inuyasha: Flufftober 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora