Capítulo 2

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Al llegar el día, Atelmoff y yo nos montamos en el carruaje un poco antes de la hora estimada porque, como saben Mishnock no tiene tanto avance tecnológico hablándo de transporte.

El solo pensar que el Rey Magnus se presente en el bautizo hace que mi cabeza quiera explotar.

Su sola presencia me enferma y no de buena manera.

Y no lo digo con falsas acusaciones ni con rencor por lo de Emily sino, con solo mirarlo un millón de jaquecas atacan mi cabeza.

Lo he hablado con mi doctor y dice no encontrar la razón de esto, que lo único que me recomienda es mantenerme alejado de él.

Y miren estoy llendo hacía mi dolor sin cuidado.

Mis manos están sudando en exceso, trato de limpiarlas con mi traje pero, me empieza a temblar la mano izquierda.

- ¿Esta nervioso, Su Majestad? -pregunta con curiosidad el señor Klemwood al verme.

-Si te soy sincero Atelmoff, la verdad si- no puedo hacer que mi mano deje de estar temblando.

- ¿Y por qué? - vuelve a preguntar.

-Por..-piensa en algo Stefan-... ¡EMILY! jaja, ya sabes esta casada y volver a verla será incomodo…

Trato de no voltear a verlo directamente a los ojos, por que se que si lo veo me sacará toda la verdad.

Maldita sean los carruajes y sus espacios cerrados.

-Aja…. Y yo nací ayer Stefan-voltea los ojos. Si sigue haciendo eso se le van a salir algún día.

-Woow con razón te vez super joven Atelmoff- alabo su aspecto físico, de esa manera impido que vuelva a preguntarme, es un narcisista de primera.

-Stefan no quieras utilizar mi belleza natural como distracción, ya se que estas nervioso por el rey Lacrontte- ahhh viejo astuto, mi estrategia no funciono.

-Ah entonces para que me preguntas.

-Quería ver que estupidez me dirías querido- expresa con desfachatez, mientras se miraba en el vidrio del carruaje- aunque utilizar mi belleza no fue mala idea, un punto por eso.

-Que humilde- digo con sarcasmo.

-Ay ni empieces, mejor dime por que no quieres acercarte al Lacrontte, no me trago para nada que sea por la señorita Malho.. - se interrumpe solo- digo la señora Lacrontte- ahí esta Atelmoff el chismoso.

-Hmmm…No lo sé Atelmoff-suspiro- Estar cerca de él mi cabeza duele, y mi cuerpo flaquea más de lo normal, mi respiración se hace lenta y ni se diga del olfato, parece que se echa toda la botella de perfume- Le enlisto todos mis síntomas al Klemwood que ni yo mismo puedo entender.

-Hasta se podría decir que estar a su lado o solo sentir su presencia hace que me quiera desmayar- suspiro nuevamente- supongo que es por su naturaleza después de todo.

Dentro del carruaje se hace un silencio sepulcral hasta que es Atelmoff quien lo rompe.

-Stefan…

-Hmm- respondo mirándolo esperando que termine.

-Esos son síntomas de celo - dictamina con seriedad-tal vez no sea doctor pero, soy viejo y se reconocer ese tipo de comportamientos.

Me quedo en blanco. Eso es imposible, yo no puedo tener un ciclo de calor, ni con Lerentia he podido tenerlo, ¿por qué con él?...

-¡Su Alteza ya despertó! -vocifera el doctor que tengo a mi lado.

-El procedimiento fue todo un éxito- aplausos empiezan a sonar por toda la estancia.

El Juego Prohibido del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora