Cuando mueres, mueres. Así de simple. O al menos ese es el caso de la mayoría. La mayoría, claro, porque muchas veces está la excepción. Y, honestamente, él siempre había sido una excepción, una gran excepción. Morir, vivir o cualquier otro estado parecido que te pudieras imaginar parecía no importarle absolutamente nada a su suerte. Porque ya era la segunda vez que murió. La segunda, no la primera. Y la segunda vez que siguió viviendo. Sin embargo, tenía que admitir que esta vez era diferente a la primera. Esa vez, fue como 'Aquí estoy' y pum... Muerto y cayendo al suelo como saco de patatas para luego despertar minutos más tarde delante de la muchísima gente que todavía no había muerto en la batalla y que cuando le vieron moverse, tuvieron que pensar durante al menos un momento como diciendo 'me han timado'. Porque no todos los días veías a un muerto levantarse vivito y coleando como si nada hubiera pasado. Y se refería a muerto de que se había muerto de verdad, no la catalepsia. Era estar muerto que, si no fueras él mismo, no volverías a levantarte vivo de nuevo (al menos naturalmente).Pero esta vez, no fue así. Se despidió del mundo como lo haría el mejor hitman en la existencia, con una pelea abierta llena de balas y contra básicamente un ejército de gente armada hasta los dientes. ¿Y lo mejor de todo? Haber masacrado hasta el último de esos estúpidos cabrones haciéndoles saber que solo habían logrado matarle a él y solo a él sin siquiera tocar a Vongola, que era su objetivo principal. Y aunque le habían matado, ellos murieron con una peor cara que él, porque se llevó por delante a todos ellos con él.
Todavía recordaba cómo fueron sus supuestamente últimos momentos. Y es que, en sus últimos respiros, Tsuna llegó volando con sus guardianes siguiéndole no muy atrás. Justo a tiempo para despedirse con su típica sádica sonrisa y con un 'Chaos' sin esa horrible desfiguración que tuvo en sus días de bebé arcobaleno. Si Tsuna pilló el muy bien escondido cariño en esa sonrisa, Tsuna no dijo nada. Y si escuchó la ligera voz ronca por sus dañadas cuerdas vocales en esa última despedida, Tsuna tampoco respondió. Simplemente se quedó ahí a solo unos pocos metros de él, mirándole, con lágrimas en los ojos y dándole la sonrisa de despedida más grande que pudo aunque la amargura se colase en su rostro al ver morir a su tutor.
No se arrepentía de nada. El resto de arcobalenos ya habían muerto antes que él, en combate. Y había tenido la oportunidad de ver a sus dos estudiantes resplandecer en su juventud y envejecer hasta que su más joven estudiante ya estaba bien entrando a sus cincuenta años. Ya era viejo, demasiado viejo dirían algunos, teniendo en cuenta su trabajo y títulos. Y aún más viejo mentalmente por haber pasado décadas en un cuerpo de bebé. No tenía ningún arrepentimiento de cómo había vivido su vida. O lo que recordaba de ella, porque los primeros dieciocho años no los recordaba. Pero claro, sabía que había sido su decisión borrarlos y empezar de cero hasta alcanzar la cúspide más alta. Y todavía tenía el conocimiento general que había aprendido esos años.
Excepto que le daba algo de rabia haber muerto contra esos estúpidos. Ni siquiera habían estado muy organizados. Solo eran un puñado de grupos que se juntaron a dura penas y con prisa para acabar con Vongola. Pero era un puñado muy numeroso. Desde varios cientos de pequeñas famiglias, hasta policías que habían sido mandados por algunos superiores para rellenar los números, como cabras dirigiéndose al matadero. Por supuesto, de esos superiores él ya se había encargado, no podía dejar que por unos tontos las llamas fueran descubiertas por los civiles, pero seguía habiendo muerto por el factor de los números. Daba mucha rabia.
Hasta que volvió a abrir los ojos después de haberlos cerrado por lo que hubiera sido su última vez. Un gran dolor de cabeza le invadió de repente, ganando dieciocho años equivalentes de memorias. Así como si nada. Sus primeros dieciocho años, cuando todavía era solo un estúpido niño abusado que seguía ciegamente como un imbécil las palabras de un viejo chocho y animado por sus 'valientes' amigos. Un niño que todavía no se había descubierto a sí mismo y a su verdadera personalidad gracias a un montón de manipulaciones y a un supuesto señor oscuro igualmente manipulado cuando era solo un niñato. Cuando todavía era Harry James Potter y no Renato Sinclair, alias Reborn, el mejor hitman del mundo.
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Chaos Reborn
Fiksi PenggemarCuando mueres, mueres. Así de simple. O al menos ese es el caso de la mayoría. Él siempre había sido una excepción. Morir, vivir o cualquier otro estado parecido parecía no importarle a su suerte. Porque ya era la segunda vez que murió. Y la segunda...