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Era una carta con pegatinas de colores y letra infantil plagada de mala ortografía. Me la enviaba mi hermana pequeña. Casi 10 años, sonrisa de dientes desordenados, gafas ópticas de tonos rosados, timidez engañosa y mente astuta. Valiente y hermosa, cruel consigo misma e insegura.

Estaba preocupada por mi dolor de estómago y esperaba que los doctores me cuidaran bien. También me enviaba todo su amor por si me sentía sola y triste.

Ella no conocía la verdadera versión de los hechos. Al menos, no lo haría hasta dentro de un tiempo. Ahora bien, el día en que me contó cómo vio a la ambulancia pasando frente a nuestra casa y a Señor P siguiéndola en el auto... Jamás algo me pareció tan desgarrador. Jamás algo me dolió tanto. Aunque la vida, posterior a todo esto, me enseñó que hay cosas más dolorosas e hirientes.

Leí esa carta sentida en mi cama de hospital, miré el brazalete atado a mi muñeca (para entonces intacta y sana) que llevaba escrito mi nombre. El mismo que me identificaba como paciente. Las lágrimas caían por mis mejillas.

Hice de todo para que dejara de doler, Dios, hasta intenté dejar de sentir para que el dolor terminara ¿Por qué era cada vez peor? ¿Por qué sentía que vivir era morir lentamente? ¿Por qué la gente me miraba así, por qué nadie podía solo tratar... tratar de quererme? Pero de quererme bien, de hacerlo como mi hermana lo hacía.

Estaba cansada. Fingí dormir toda la tarde.

Las horas pasaron como un borrón sin importancia. De noche, por primera vez probé la medicación. Me pedían abrir la boca para cersiorarse de que estaba, en efecto, jugando limpio.

Cuando entré en el baño para asearme y lavar mis dientes, tuve el atrevimiento de observar a esa chica de pelo negro azabache y rostro blanco como fantasma. Estaba... mal, ella se veía realmente mal. Era fea y, oh rayos, ¡Qué gorda se veía! Uff, en serio necesitaba hacer algo con ese cabello, lucía horroroso. El aparato dental... no era tan terrible como el resto. Esa cara rechoncha y brazos de morsa, piernas de elefante, abdomen de hipopótamo. Apestosa, tonta, fea, egoísta, hipócrita, insipida, sosa, espantapájaros, cerda, llorona, exagerada, falsa. Mentirosa. Mentirosa. Mentirosa. MENTIROSA. MENTIROSA. MEN...

Tocaron la puerta.

- Eh... ¿Hija? Estás tardando mucho ¿Todo bien? ¿Necesitas algo? No tendrás... No estarás con...

No, señor P, no tengo un objeto punzante ni estoy haciéndome daño.

Recuerda que te quiere, te quiere, te quiere. Eres querida, muy querida y él te quiere.

Como ya estaba lista, abrí la puerta y volví a ese colchón que no pensaba dejar. Caí dormida en cosa de segundos. Esa medicación era agresiva.

¿Cómo evitar que su hija se mate? Dróguela.

Despertar fue un sufrimiento. Dos días viva. Ya iba en el tercer día y estaba viva.

En realidad, llevaba mucho tiempo muerta. Sin embargo, cuando mi conciencia susurró aquel hecho, la silencié.

Lo Agridulce De SeptiembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora