El diluvio universal

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Caín aún vivía en los tiempos de la gran guerra civil de los Nefilim, en la cual, los hombres también participaron, el mundo era un completo caos, lleno de maldades y pobreza. La única oportunidad para sobrevivir se hallaba en la recolección y  caza, a eso se dedicaban los hombres de la última generación, en concreto Lámec El Ciego (cainita), era un gran cazador, o al menos lo había sido en su juventud, pero ahora se había convertido en un viejo casi ciego, pese a ello seguía cazando, guiado por su hijo Túbal Caín. Siempre que Túbal Caín descubría un animal, dirigía la puntería de Lámec.

Un día el viejo Lámec divisó una cabeza de animal que asomaba en un cerro, le avisó a su hijo y tensó el arco, Túbal Caín le ayudó a apuntar. La flecha atravesó el cráneo del animal. Pero al acercarse a cobrar la pieza, Túbal exclamó:

—¡Padre has matado a un hombre con un cuerno en la frente!

—¡Ay debe ser mi antepasado Caín El Fratricida!

Túbal Caín se puso muy nervioso pues sabía sobre la maldición sobre aquél que osara vengar la muerte de Abel y golpeó a su padre con la intención de matarlo, pero Lámec unió sus poderosas manos y aplastó la cabeza de Túbal Caín, pensando que era algún ladrón o asesino que intentaba hacerle daño. Cuando se acercó al cadáver, reconoció a su hjo y lloró amargamente su perdida. Durante todo el día Lámec estuvo perdido pues la ceguera le impidió encontrar el camino a casa.

Por la tarde, sus esposas Adá y Silá lo encontraron y él les dijo:

—Escuchen bien lo que les digo: he matado a un hombre por herirme y a un muchacho por golpearme, si a Caín lo vengarán siete veces, a mí tendrán que vengarme setenta y siete veces.

En ese momento la tierra tembló con violencia, se abrió y se tragó a los parientes más cercanos a Caín, es decir a Irad, Mahujael, Metusael y sus familias.

Lámec, aliviado, ordenó a sus mujeres que entrarán en su lecho y lo esperarán ahí, pero Silá respondió:

—¡Has matado a nuestro antepasado Caín y a mi hijo Túbal Caín; por eso ninguna de nosotras yacerá contigo!

—¡Es la voluntad del Creador! —replicó Lámec— Han transcurrido siete generaciones desde el primer homicidio, el período de tiempo concedido a Caín. ¡Obedezcanme!

—¡No! —negaron las mujeres— Pues cualquier hijo nacido de esta unión sería condenado.

Lámec, Adá y Silá fueron entonces a buscar a Adán, que aún vivía pero era ya un anciano enfermo. Le pidieron que juzgara su caso, Silá fue la primera en hablar:

—Lámec ha matado a tu hijo Caín y también al mío Túbal Caín.

—Ambas muertes fueron sin premeditación, pues estoy ciego —se defendió Lámec.

Adán juzgó el caso diciendo a las mujeres que debían obedecer a su esposo.

Luego ese mismo día, Adán El Primer Hombre, El Padre de la Humanidad, Creación directa de Dios, falleció. Y mientras él moría, al otro lado del mundo, la esposa de Lámec (setita) daba a luz un hijo ya circunciso, signo de la gracia especial de Dios. Lámec lo llamó Noé.

Envolvieron el cuerpo de Adán en las telas más finas, su féretro era de cristal marino, decorado con las gemas más costosas, los reyes cargaron al hombro el féretro por varías ciudades. Cuando los hombres oyeron sobre la muerte de Adán, el padre de todos, dejaron de hacer la guerra temporalmente y desde todos los rincones del mundo, viajaron para ver por última vez al hombre que fue moldeado directamente por las manos del altísimo. Se dice que todos lloraron su perdida, cainitas y setitas por igual, y todos rindieron honores y sacrificios para que su alma no se perdiera en el abismo.

Hijos de AdánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora