Capítulo 03.

2.2K 226 13
                                    

AARON MOSELE

Ingreso al edificio, las camas dobles están a mis costados con los soldados durmiendo plácidamente. Camino entre ellos con las luces apagadas mientras fuera la lluvia cae con fuerza sobre el campo de entrenamiento logrando que la noche sea perfecta.

Observo por la ventanilla hacia afuera, los demás edificios continúan completamente con las luces apagadas y sin ningún tipo de movimiento ya que son las cuatro de la madrugada. Sonrío ampliamente, esta competencia no se trata de convertir soldados ordinarios en los mejores del país, sino también de demostrar que mis años no han sido en vano y que puedo con esto y mucho más. Con este deber en mente tomo el silbato que tengo colgado en el cuello.

—¡Aquí no se duerme, no se descansa!—grito encendiendo la luz observando a algunos caer de sus camas por el susto. —¡Arriba malditos inútiles, muevan esos traseros!

Parpadean, se rehúsan, otros tienen ganas de insultarme y acabar con esto pero todos se mueven deprisa vistiéndose con lo primero que encuentran a mano. Enciendo las luces de la siguiente ala despertando a los que faltan hasta que todos están en pie, incluyendo a las dos mujeres que se levantan con desánimo.

Mis ojos se posan en la que tiene la cabellera similar al fuego y en cómo los hombres a su lado le lanzan la ropa que se encontraba sobre su cama a un costado, demasiado lejos, obligándola a caminar en ropa interior.

No solo yo tengo los ojos posados en ella y sus movimientos sino los demás también. Se mueve como si nada, como si no tuviera más de quince pares de ojos sobre ella en esos momentos ya que camina con su tanga metida en su trasero y las tetas cubiertas de una maldita tela fina que apenas y la cubre hasta que se agacha a recoger sus prendas lanzándole una sonrisa irónica al hombre que intentó, patéticamente, ridiculizarla.

—¡Terminen con sus juegos idiotas que los espero en el campo en tres minutos!—les grito saliendo del edificio. Agradezco a la lluvia que cae sobre mi rostro ya que logra calmar un poco los nervios y la sangre palpitante que poco a poco estaba llenando mi polla con la imagen visual de hace unos minutos.

Suspiro relajándome, camino hacia el campo de entrenamiento que se encuentra cubierto de lodo y me preparo para lo que sigue. Durante mi carrera aprendí que el día se debe de aprovechar, que las madrugadas son el momento perfecto para activar los músculos, que ver el sol mientras sudas y te tiemblan las piernas en la última vuelta siempre será algo para recordar por lo que implemento lo mismo en mis soldados que con un minuto de sobra llegan al campo.

Para ser un soldado de esta magnitud se necesita tener un nivel de grasa corporal perfecto, algo en lo que al ver a los hombres frente a mí, muchos fallan pero me mantengo callado.

—¡Vamos a demostrar que el escuadrón A es el mejor de toda esta base así que tomen aire que vamos a correr diez kilómetros como pre entreno!

No miro a nadie, solo me volteo hacia donde comenzaré mi recorrido y corro oyendo a los demás seguirme. He trotado toda mi vida, correr ha sido parte de una terapia impuesta por mí mismo para aclarar la mente y las ideas. Hasta el momento me ha funcionado a la perfección, pocas veces fui a un verdadero terapeuta en mi carrera y soy fiel creyente que se debe a que todas las mañanas aclaro mi mente dejando lo que pasó el día anterior donde debe estar, en el ayer.

A pesar de ser este una de mis actividades favoritas, aprendí rápido a basarme en el tiempo en que un hombre se rinde, cuáles son sus cualidades deportivas por ejemplo, varios respiran por la boca cosa que les quita más el aliento lo que me deja saber que no son amantes de esta práctica deportiva, otros han bajado el ritmo de su trote quedándose atrás dejando ver que sus músculos se deben al gimnasio más no al ejercicio aeróbico y serán los primeros en caer.

Entre Infieles y Perversos (AQS#6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora