7

201 6 2
                                    


"Vamos niño...levántate ya y vístete... que me tengo que ir!". Nico levantó la cabeza al oír la ronca voz del Sr. Fuentes que desde el baño terminaba de arreglarse. Se levantó perezosamente y fue hasta la silla donde tenía su ropa. 

" Me puedo bañar Don?" preguntó el chico.

"Bueno, pero apúrate, te hubieras levantado antes, apúrate que nos tenemos  que marchar" contestó el hombre con firmeza.

---

Como todos los jueves Nico pasaba la noche con don Fuentes, uno de los dueños de una conocida empresa de distribución de alimentos. 

Habían pasado meses desde la huida de su casa, y nadie de los allegados a la familia supo de él.  Al límite de su supervivencia, pudo encontrar refugio en un edificio en construcción abandonado, allí él no era el único. Toda clase de individuos habían elegido ese lugar como escondite o provisoria vivienda. Buena gente muchos, algunos peligrosos, refugiados sin posibilidad de elegir otro tipo de hogar, había de todo, y se ganaban la vida de diversas maneras. Allí se hizo de algunos amigos, de su edad e incluso más jóvenes. Dormían en un gran cuarto, separado por un tabique de madera que les daba cierta intimidad. Se protegían mutuamente y los moradores vecinos les guardaban cierto cariño.

Pero los jueves a la noche, don Fuentes pasaba a buscarlo y esperaba con su auto en la esquina de aquel lúgubre edificio. 

No era mala persona don Fuentes. Lo había conocido una tarde que estaba sentado en un banco en el parque, aquel mismo parque donde una vez el señor ese del automóvil negro le ofreció una exquisita hamburguesa, y se rehusó a tener un asunto con él, debido a su edad. Nico iba al parque con la esperanza de volver a verlo, se imaginaba que así debía ser el papá que no había conocido nunca.

 El hombre pasó una vez y cruzaron sus miradas. Al poco rato volvió a pasar, esta vez con un andar más lento. Nico supo enseguida que había vuelto por él  y cuál era aquel interés. Lo saludó con timidez y le pidió una moneda para comer. Con su jean raído y su camisa casi sin botones daba la impresión de ser un pequeño mendigo. Y lo era realmente: un chico de la calle. El hombre se detuvo y estudió al niño. Si, tenía buen aspecto, y aquellos ojos de un negro tan profundo lo cautivaron, además de su cuerpito grácil, aunque muy delgado. Se lo imaginaba desprovisto de esa ropa deteriorada...sí, era lo que andaba buscando. Y parecía ser una presa fácil. Desde que se había separado de su mujer vivía sólo en ese gran departamento, de alguna manera se sentía de ese modo libre para hacer realidad su sueño: llevarse a casa alguno de esos chicos que tanto abundaban por los shoppings, las galerías o los parques. Claro que les pagaría, tampoco los maltrataría y vería también el modo de ayudarlos, no sería ningún monstruo. Sólo que no quería que en su empresa, donde tenía una excelente reputación, se supiera que andaba en esas c uestiones poco apreciadas en la sociedad.

---

"_Toma..." le dijo al chico mientras se vestía. "Me has gustado más que nunca. Me enamoraría de ti si no fuera por mi edad y ... bueno por todo el resto."

Nico tomó los billetes sin contarlos, pero eran más que  de costumbre, tenía con qué que pasar la semana sin sobresaltos y compartir algo con sus amigos del tugurio.

"Gracias", dijo apenas el niño.

---

Ya era el tercer jueves que don Fuentes lo llevaba a comer, hamburguesa con queso, que era su plato favorito.

"_Estás muy flaquito, chiquito, hace cuánto que no comes", le dijo la primera vez mientras lo veía devorar la hamburguesa. No quería llenarlo demasiado tampoco, lo haría él más tarde entre las sábanas...

 Un helado para postre  y luego lo llevaba al * Morgans pool*, ya que le encantaba aquel juego de billares, y al chico le entusiasmaba jugar al pool, y sobre todo verlo  inclinarse sobre la mesa para apuntar y ver así su graciosa figura que exageraba a veces sus poses sensuales. Por aquellas horas de la noche, don Fuentes, ya impaciente, apuraba el final de la partida, saboreando ya el rico plato que le esperaba ni bien abriera la puerta de su bien puesto departamento.

 Como todos los jueves, Nico estaba ansioso por volver a tener el encuentro con don Fuentes. Era la única vez a la semana que podía disfrutar de una buena comida, seguida de un helado y la partida de pool que don Fuentes le regalaba antes de ir al departamento de éste. No era la compañía de su preferencia la del hombre para pasar la noche, con su sobrepeso y sus palabras sucias que detestaba, pero la cama era mullida, las sábanas suaves, y el baño tenía una ducha que era una delicia. Si bien don Fuentes era exigente en cuanto a las atenciones que quería recibir, Nico las satisfacía con creces, hasta parecía que disfrutaba tanto como él, o al menos sabía bien simular el placer, y los gemidos del niño eran genuinos cantos eróticos.

"Toma... ponte esto" le dijo el hombre cuando Nico salía de la ducha. Era un vestidito de niña: pollerita y blusa roja. Nico lo miró sorprendido, y luego consultó con su mirada incrédula al hombre. "Me tengo que poner esto, don?"

"Vamos... ve al baño y póntelo... quiero ver cómo te queda". le dijo con una sonrisa. 

Resignado, el chico ya cambiado, y con la pollerita que apenas le cubría los glúteos, se dirigió a la sala a media luz, donde don Fuentes lo esperaba acomodado en el sofá. Luz tenue y música romántica, excelentes ingredientes para que Nico pueda ensayar sus virtudes de pequeño actor.






El señor del automóvil negroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora