Amor bajo la luna llena

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Parados en aquel claro del bosque, entre blancas flores y con la luna llena ya asomando con su luz, Sesshomaru pudo ver en la mirada de Rin la seguridad necesaria, se acercó ahora para tomarla con firmeza por la cintura. Si de verdad estaba dispuesta no sentiría temor, no dudaría...

Se inclinó ante ella y unió sus labios en un beso ansiado y tierno, pues Sesshomaru nunca había sido rudo con Rin, para ella era el ser más amable del mundo. Ella respondió con suavidad, con algo de torpeza por su inexperiencia, pero con amor, con un amor que desbordaba por cada poro de su piel, con todo su ser. Ella lo rodeó por los hombros con ambos brazos, poniéndose en puntillas para alcanzarlo mejor, pues el era irremediablemente más alto, tanto como a ella le gustaba.

Sesshomaru entonces dejó caer sus armas y tomo mejor por la cintura a Rin, llevándola al suelo despacio, dejándola recostada entre las flores. Se veía hermosa, radiante, con el pecho acelerado por su respiración que estaba algo agitada, con sus mejillas tomando un color rosado intenso, con el cabello algo revuelto a su alrededor. No veía dudas, no veía temor, solo veía ese amor incondicional que siempre le daba.

Rin sabía lo que venía y, aunque nerviosa, estaba dispuesta. Era algo vergonzoso para ella, pero quería demostrarle cuan segura estaba de ser su mujer. Ya la anciana Kaede, Kagome y Sango le habían hablado de ello, de como era y... Más o menos sabía qué hacer, o que esperar.

Lo vio inclinarse sobre ella y recibió un nuevo beso, el que respondió mientras sus manos, algo temblorosas contra su voluntad, iban a desprender la armadura de su señor. Allí estaba, iniciando aquello tan vergonzoso, y que sería su más grande prueba de amor.

La armadura quedo a un lado y el kimono de ella ya recibía el mismo trato por las manos de Sesshomaru, que comenzaba a desprenderlo mientras sus besos ahora bajaban al cuello de la chica, arrancándole suaves suspiros. Esas fuertes y grandes manos acariciaban cada centímetro de piel que quedaba expuesta. Para ella era algo nuevo, algo vergonzoso, algo especial... Que comenzaba a hacer crecer un calor en su interior que no conocía antes.

Y cuando al fin ambos estuvieron desnudos y sus pieles se tocaron la reacción de ambos fue un inmediato suspiro. Se sentía bien, la piel del contrario se sentía bien contra la suya, ambos lo sentían así.

Sesshomaru fue bajando a besos por todo su cuerpo hasta alcanzar la zona entre sus piernas, solo para escuchar los más exquisitos gemidos que la garganta de rin podía producir y ella... Ella se había perdido en una nube de placer. Se arqueaba, temblaba y se aferraba al pasto bajo su cuerpo, no sabiendo como contener todo lo que sentía su cuerpo en ese momento. Llevo una mano al cabello de plata de su amado señor y allí enredo sus finos dedos, mientras lo veía perdido en su tarea de darle placer, allí, entre sus piernas. No podía ser más vergonzoso y al mismo tiempo... Excitante.

Nuevamente los besos del daiyokai recorrieron el cuerpo de su protegida, de su amada, ahora de forma ascendente hasta volver a besarla, al tiempo que se acomodaba entre sus piernas. Sus intimidades rozaron y Rin supo que había llegado el momento. Solo cerro sus ojos y lo abrazo, mientras hacía lo que recordaba que le habían dicho, relajarse. Confiaba en el, sabía que no la haría sufrir.

Y al fin lo sintió hundirse en su interior. Lo hizo despacio, lento, Sesshomaru estaba conteniendo su instinto más salvaje pues aquella era la primera vez de Rin, y ella era una humana, debía ser delicado. Y así comenzó su movimiento, lento, buscando no hacerla sufrir, aunque veía lágrimas que bajaban por sus mejillas, pero ella no se quejaba y simplemente se refugió del dolor en los besos de su amado.

Sesshomaru la tomo esa noche como su mujer, para siempre, ya no podrían ser de nadie más. Rin lo amaba y el correspondía, así que su lazo debía ser eterno. Entre el placer y el deseo, el gran demonio del oeste le hizo a aquella frágil humana una promesa de eternidad, un juramento de amor eterno. Algo de lo que solo la luna llena y ellos fueron testigos.

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