Capítulo 5: Bienvenidas a la Compañía Grimm

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El maestro y su compañía habían finalizado su  tedioso viaje hasta Hallownest. Habían llegado a un pequeño pueblecito, que a diferencia del resto de lugares del reino por los que habían pasado, no estaba plagado de ese insoportable olor dulzón.

Lo primero que hizo el maestro al llegar, fue sentarse en una silla desplegable, que puso frente a su tienda recién montada (aún debía deshacer maletas, así que estaba descansando).

El niño de Grimm rebosaba de alegría, aunque no tanto de energía. Grimm le concentró una pequeña cantidad de esencia para que se mantuviera unos minutos antes de comenzar la transferencia.

-¡Maestro, este lugar es fantástico!- dijo Brumm con alegría -La gente nos mira muy raro, pero eso siempre pasa. Quitando esto, es reconfortante haber llegado a un lugar seguro.

-Sí, supongo que sí, -Grimm oteó el terreno. Sus subordinados estaban montando todas las tiendas, y no muchas calles mas allá, se veía el pueblo, que estaba debatiendo sobre estos recién llegados. El contraste que causaba tanto rojo en una zona totalmente gris, era bastante notorio -Bien, tengo trabajo que hacer. Ocúpate de todo esto. - Grimm cogió al pequeño, y se encerró en su carpa, mientras el resto de sus compañeros estaban montando todo.

El maestro llegó a una pequeña sala, iluminada por un círculo de velas de color rojo. El círculo estaba lleno de grabados extraños, círculos y otras figuras, que formaban una especia de "atrapasueños" pero, para pesadillas.

Grimm posicionó al pequeño en el círculo, y con un gesto de la mano, este círculo empezó a brillar, y dejó brotar montones de partículas de esencia roja, esencia escarlata. Pero, no eran como siempre las había visto. 

-Son mucho más pequeñas de lo habitual. Espero que eso no suponga ningún problema.

Grimm movió las manos, y condujo las esencias flotantes hacia las llamas, que iban brillando al alimentarse. Por último, posicionó sus manos cerca del fuego, y las abrió transmitiendo parte de su esencia propia.

Entonces, las llamas se avivaron, y empezaron a abrasar al pequeño murciélago. En esos momentos, Grimm cayó en un repentino sueño, que lo llevó al centro del reino de las pesadillas: El Corazón de la Pesadilla.

Grimm se agachó en señal de respeto, y vió como el corazón empezaba a latir, mientras muchas partículas de esencia escarlata llenaban la sala.

-Espero que sea de tu agrado. Hemos viajado hasta Hallownest para conseguirla.

Grimm se levantó, envío su propia esencia al corazón, pero justo cuándo se iba a despertar, una voz tronadora le desorientó.

-¡Maaaaaas!

Grimm se asustó, porque el corazón normalmente no hablaba.

-¿M-más? -preguntó Grimm asustado.

-¡Necesito maaaas! ¡Tengo hambre!

-Pe...pero no tenemos más. Este reino contenía muy poca es...esencia.

-¡Imposible! ¡Aún tengo hambre! ¡Necesito maaaas!

-Va...vale. Veré lo que puedo hacer.

Grimm despertó agitado, y rápidamente fue a comprobar el estado del pequeño murciélago.

Estaba bien. Mejor que antes incluso. Había cambiado su forma, a una más parecida a su progenitor, pero con alas y mucho más pequeño. Ya se había saciado. Pero su corazón aún necesitaba más.

El niño de Grimm abrió los ojos, y emitió un breve sonido. Luego, se elevó hasta ponerse en los hombros de su maestro.

-Me alegra que estés bien pequeño. -decía Grimm, mientras acariciaba su cabeza.

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