Al pasar por una de las calles para ir al parque escuche unos ruidos provinientes de una de las casas, no le tome importancia y seguí caminando.
Escuche una puerta abrirse y ser cerrada bruscamente, un niño había salido corriendo mientras lloraba y se limpiaba las lágrimas con sus brazos.
Al llegar al parque me di cuenta que estaba ese mismo niño de antes y al parecer estaba matando hormigas, me acerque a él, parecía estar la mayoría del tiempo solo.
-Oye no te comas las hormigas!
-He?! -Exclamó asustado perdiendo el equilibrio de inmediato y cayendo al suelo- ¡¡No me las estoy comiendo, tonta!! ¿Quién haría eso? ¡es asqueroso!
-Tú-Respondí.
-Claro que NOO! -haciendo un puchero para luego parase y empujarme.
-¡¡Ay qué te pasá, loco!!!
-¡Tú empezaste!
-Esta bueno... perdón por decirte que estabas comías hormigas...-Tomando mis dos manos y mirándolo con sinceridad y apenada.
-E-esta bien, te perdono, tú perdoname por empujarte, lo siento no debía hacerlo. -dijo también un poco apenado.
-Disculpas aceptadas! -Lo miraste con una sonrisa entusiasmada, aunque a él no se le veía muy feliz.
Se podía notar en su mirada que todavía tenía un poco de lágrimas, realmente tenía una mirada triste en ese momento.
-No estés triste-proseguí. -Si quieres me quedo a matar hormigas contigo.
-¡¿En serio?!-Sorprendido volteo a verme y yo asentí -E-esta bien-Su cara tomó un color rosado.
-¿Cómo te llamas? -pregunté
-K-kazutora...-respondió entre dientes muy bajito.
-Hum... Kazutora que te parece si nos hacemos amigos desde hoy, soy t/n mucho gustó -sonriendo y entranchando tu mano.
-hm, bueno.-apenado contestó intentando verme a los ojos, pero, no podía por lo tímido que era, pude notar que sus orejas estaban rojisimas.
La plática prosiguió con preguntas y juegos que hacen los niños, la habían pasado bastante bien. Hasta que el pequeño Kazutora tenía que ir a casa. Al final tuvieron que despedirse y cada uno regresó a su respectivo "hogar".
Cada que podían iban de visita a aquel parque donde se conocieron, se volvieron buenos amigos al pasar el tiempo tanto que cada uno conocía la situación del otro.