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– Jajaja eres rara – río mi hermana – Por eso me agradas – sonrió de lado – Bueno, me voy a la cama... Buenas noches – se levantó y caminó hacia su habitación
– Jaja dulces sueños pequeña – saludó la chica
Tomé valor y le pregunté de nuevo.
– No... ¿No me vas a decir quién te hizo eso? – pregunté
– Oye, eres tan terco... – la miré con insistencia, ella un poco incomoda se rindió – Ah... mi padre.
– Ah.
– Da igual, no me importa... – miró el reloj de pulsera, era extraño, solo tenía nueve años – ¡Joder! – rápidamente terminó de comer el pastel – Gracias por todo, pero me tengo que ir a casa.
Por alguna razón no quería separarme de ella y quería acompañarla pero... ¿por qué?
– S-Si quieres te puedo acompañar- – me interrumpió.
– Gracias, pero no – respondió rápidamente seria, se levantó
– ¿Solo hacia la entrada?
La chica me miró dándose cuenta de que era inútil protestar, lo habría hecho de todos modos con insistencia. Ella se rindió, asintió y caminó afuera conmigo. Nosotros dos solos, afuera frente a la puerta de mi casa.
– Adiós – estaba lista para irse, pero la detuve agarrandola de la mano
– ¿N-nos volveremos a ver? – volteó solo su cabeza para mirarme y la ví, me sonrió gentil.
– Quién sabe... – se encogió de hombros, le solté la mano
– Oye, ¿cómo te llamas? – pregunté curioso
– Oh... – me dijo ella confundida – ¿No me había presentado antes? – negué, ella suspiró – Da igual, soy Mitsuya... Mitsuya ______.
Por algún motivo ella se rió, miró de nuevo su camino, levantó su mano y lo agitó como modo de saludo, dijo...
– Jaja, nos vemos Sano.
“Jeje, que niño. Se ruborizó la cara jaja” pensó la chica riéndose
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