angels + soulmates; edser

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holu:) siento haber tardado tanto en volver pero es que la uni no da un respiro jsksksj no estoy segura de que si seguiré subiendo oneshots o este será el último pero espero poder sacar tiempo de vez en cuando para escribir sobre mis niños <3
hoy os traigo un soulmates au que espero que os guste mucho 🤍

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Eda Yıldız amaba dormir.
Jamás podría cansarse de ello.
Amaba acostarse en su cama, cerrar los ojos, y dejarse llevar por a duermevela.
Amaba sentirse balanceada por los hilos de la somnolencia, en la cuerda floja entre el agotamiento y el sopor.
Amaba caer en el agujero negro de los sueños, porque, noche tras noche, a las puertas de la fantasía, el hombre de pelo rojizo con rostro casi desdibujado y alas infinitas, la esperaba.
La tendía la mano, y el contacto era tan llameante, que Eda sentía que ardería con un simple roce. Amaba adentrarse en ese mundo a cualquier hora del día, porque era cuando más despierta se sentía. Cuando más viva se sentía. Cuando más todo.

La luna se alzaba como una esfera de luz cegadora en la oscuridad de la noche, como un recordatorio eterno de que hay algo más allá. Y Eda, tumbada boca arriba en la cama, aguardaba pacientemente.

Su respiración se había acompasado a las manecillas del reloj con una facilidad pasmosa, y mientas el rítmico tic tac marcaba una melodía monótona y lenta, una hoja descendió desde el alfeizar de su ventana. En el momento exacto en que esta tocó la superficie, ambas agujas se juntaron y Eda cayó dormida.

Era una sensación indescriptible. Como si estuviera ahogándose en fuego. En continuo descenso hacia arriba. En parada cardiaca a base de latidos desenfrenados.

Eda amaba esa sensación. Sobre todo porque cuando volvía a abrir los ojos, ya en sueños, él la estaba esperando. Siempre iba de negro. Con las alas extendidas, escoltándolo. Y su rostro, de facciones poco definidas, se iba emborronando mientras más cerca se encontrase Eda.

El hombre, presentado así mismo desde el primer día como Serkan, tenía una misión encomendada cada atardecer: hacer a su alma gemela la persona más feliz del mundo.
Claro que, Eda no sabía eso.

Creía que Serkan era únicamente un personaje creado por su imaginación.
Creía que era solo eso: un sueño.
Y Serkan no podía hacerla cambiar de parecer.
No a través de las palabras. No directamente.
Era la misma Eda la que debía darse cuenta por sí misma. De esa manera, les liberaría a ambos.

Serkan, no por eso resignado, luchaba cada noche por ayudarla. Llevaba enamorado de Eda desde mucho antes de aparecer en sus sueños, así que no le costaba nada esperar un poco más.
Para él, el tiempo solo eran números en repetido movimiento. No era un cronómetro, ni un temporizador, ni un impedimento.

Agarró con suavidad la mano de Eda, notando fuego correr por sus venas por el contacto. En sueños no era posible, pero si de verdad eran almas gemelas, un simple roce entre ellos dejaría una marca en la piel del otro -aunque no eternamente- a modo de testimonio. Esa era una de las cosas que Serkan más ansiaba descubrir si algún día conseguía materializarse frente a Eda: qué ocurriría cuándo ambos se tocaran.

La dirigió, como maldita puta noche, a un viaje de (en)sueño: al viejo más feliz.
La dirigió, como maldita puta noche, a un estado de placer, satisfacción y ducha inexplicables.
La dirigió, siempre esperando, siempre deseando, que ese fuera el último. El último viaje, el último recordatorio, el último paseo, el último sueño.

Serkan era un ángel. Y su mundo estaba construido a base de la creencia en las almas gemelas. Cuando nacían, les marcaban en la muñeca un número, un número que debía coincidir con el año en que esa persona comenzara a soñar con ellos.

Había cuatro posibles desenlaces.
Por un lado, lo que solía ocurrir y que todos ansiaban, era que el vínculo entre ambas almas fuera lo suficientemente fuerte como para que, tras varios sueños, se liberaran y se encontraran en la vida terrenal para vivir y morir juntos.
Por otro lado, era posible que el ángel apareciese en el sueño de su alma gemela, pero que la unión no fuera competente y completa y tras varios encuentros, volviera a su mundo para debilitarse y desaparecer.
También coexistía la probabilidad de que el alma gemela de un ángel fuera otro ángel. En vez de con un número, se les marcaría con un ala. En función de la forma y el tamaño que tuviera, encontraría más pronto o más tarde a su otra mitad.
Y, por último, no era nada común y todos temían que les ocurriera, podía pasar que un ángel no tuviera alma gemela. No se le marcaría y acabaría desvaneciéndose poco después.

Serkan fue marcado en el mismo momento en el que comenzó a respirar, y la visión de Eda había aparecido en su mente como si de otra parte de él se tratase. Había crecido siguiendo sus pasos, a la espera de que soñara con él. A la que espera de que todo fuera bien.

La noche que sintió un tirón en el pecho y sus números empezaron a balancearse, supo que había llegado su momento. Se apareció frente a Eda y extendió la mano. Su muñeca ya no estaba marcada, lo que quería decir que se lo jugaba todo.
O era Eda o no era nadie.

El primer contacto fue como una descarga de electricidad por todas sus venas, y ese deseo de descubrir cómo sería la marca en la piel del otro cuando se tocaran en la vida real bramó desde lo más hondo de su interior y se asentó en su pecho.

Sabía que, a diferencia de la nitidez con la que podía ver a Eda, ella solo tenía una visión distorsionada de él, así que procuraba hacer que la atención de la chica estuviera sobre cualquier otra cosa que no fuera su cuerpo.

Al principio, un nudo en el estómago, de nerviosismo y vergüenza, le impidió darse a conocer, pero la arrolladora personalidad de Eda casi le obligó a soltarlo todo de golpe si quería seguirla el ritmo. Era por eso, que no le sorprendió, cuando aquella noche, la joven le rozó el brazo antes de murmurar:

–Siempre que pienso, solo sé pensar en ti. Siempre que hablo, solo sé hablar de ti. Siempre que creo, solo sé creer en ti. Sea donde sea que mire, solo te veo a ti.

Serkan sonrió, conmovido. Eda, que parecía haberse inducido a sí misma en una conversación con su yo más profundo, continuó:

–Siempre que amo, solo te amo a ti. Siempre que vivo, solo vivo en ti. Dime por qué, Serkan. Por qué no hay nadie más que tú en mí.

Ahí, fue justo ahí, mientras Eda alzaba la mirada para conectarla directamente con la de Serkan, mientras entrelazaban los dedos y respiraban al mismo compás, cuando la magia tuvo lugar.
Parpadearon y cuando enfocaron de nuevo su vista, ya no estaban en el sueño, y ya no lo estarían nunca.

Eda pudo apreciar el rostro de Serkan por primera vez, y jadeando, temblorosa, le delineó la mandíbula, para descubrir si era real, si todavía seguía, o no, en esos hilos de inconsciencia en donde le había conocido.

Serkan inclinó su rostro más cerca del contacto y cuando los suaves dedos de Eda se deslizaron por su piel, notó el ardor más fuerte, burbujeando en su bajo vientre. No dolía. Era una cálida sensación. Pero abrasaba en lo más profundo de su ser, rugiendo como si hubiera esperado por ello milenios.

Queriendo cerciorarse de qué ocurría, y no dispuesto a romper ese momento para mirarse a sí mismo, imitó el movimiento de Eda. Le delineó los labios con toda la dulzura de la que fue capaz y admiró el momento en que la yema de su índice quedaba grabada en un tono más oscuro que la piel en el rostro de quien, sí, seguro, por supuesto, era su alma gemela.

Eda abrió la boca para preguntar, qué, cómo, por qué, pero de pronto sintió sus labios cubiertos por los de Serkan y todas las dudas se disiparon.

El ángel había perdido sus alas, pero había sido liberado, y había ganado esa vida terrenal que tanto ansiaba junto a su reina. Ahora solo le tocaba vivir, y morir, junto a ella.

Porque o era Eda, o evidentemente, no era nadie.

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⏰ Última actualización: Oct 09, 2021 ⏰

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