Kapitel˚17

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Blanco y negro
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—¿Dimensión? —preguntó Marie a su madre—. ¿A qué te refieres con «dimensión»?

—Pues... —Suspiró con pesadez—, déjame empezar a contarte una historia que ya deberías saber de memoria —respondió, mirándola fijamente—. Y no hagas preguntas hasta que finalice, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

—Bien, todo comenzó ese día [...]

¿Y cuál era esa historia que Marie ya debía conocer de memoria? Era simple, todo se remontaba hacía cientos y cientos de años. Mucho antes de que los reinos se formaran y que las tribus de nativos se dispersaran por los confines de la tierra..., un suceso sin precedentes ni testigos tuvo lugar en el desierto de isla Sol Naciente.

El viento soplaba levantando halos de polvo a su paso por la arena. La brillante luna iluminaba  toda la extensión disipando las sombras de los alrededores en aquel fatídico momento en el que apareció una luz cegadora en el aire, a pocas pulgadas del suelo.

De aquella ranura resplandeciente salió disparada una mujer cuyos cabellos blancos estaban empapados de sangre. Ella cayó a varios metros de lo que se había transformado en una puerta que conectaba dos mundos, y seguido de ésta, otra fémina cruzó, caminando con tranquilidad, aunque luciendo un poco agotada.

Ninguna de las dos decía una palabra, y en aquel instante tan sólo se escuchaban los murmullos del viento que continuaba levantando el polvo —ahora más fuerte que antes— y los jadeos de la que apenas lograba ponerse en pie.

Esas personas no pertenecían a ese mundo, y sin duda, habían llegado a alterar el orden natural de las cosas sin siquiera proponérselo. Ellas procedían de otra línea de tiempo y espacio, y de una dimensión que nunca debieron abandonar.

Las dos mujeres se veían fijamente. Ambas estaban descalzas, con el cabello enmarañado, y las respiraciones agitadas. Sus ropajes estaban hechos harapos, y manchados por sangre. Una de ellas usaba un vestido blanco, manga larga, ajustado al busto y holgado de la cintura a los pies, donde la tela arrastraba en la tierra. La otra vestía exactamente igual que la primera, con la diferencia de que su prenda era de color negro.

—Acabemos con esto de una buena vez y por todas, Shiro. —dijo la mujer de vestido negro, cuyo cabello azabache ondeaba con el viento.

—Kuro, hermana, no lo hagas por favor —le suplicó con la voz entrecortada—. No quiero absorberte.

—¿Absorberme? ¡Ja! —Se mofó haciendo un ademán de indignación—. Ni siquiera has podido combatir conmigo al mismo nivel.

—No quiero lastimarte, por favor, ya detente. Te lo ruego. Por favor... —le pidió desesperada.

—Ah, eres muy graciosa, ¿sabes? —Se abrazó a sí misma, mientras se presionaba el hombro izquierdo. Nunca se imaginó que le fuese tan difícil acabar con tantas personas en esa noche, y bueno, ya sólo quedaba su hermana.

—Kuro, estás muy herida, déjame curarte.

—La gran bruja blanca... —Caminó algunos pasos hacia la derecha, sin dejar de ver a la otra—. La favorita de mamá y papá..., la noble..., la virtuosa..., la que encanta a todos con su... —Hizo un gesto de desagrado a la vez que la veía de manera despectiva—, ternura y su bondad. —dijo, con una voz tanto chillona como burlona—. ¿Absorberme? ¿Tú? ¿A mí? ¡Bah! No eres más que una blandengue.

—¿Qué más quieres, Kuro? —le cuestionó con lágrimas cayendo a montón—. Absorbiste a todos los miembros de la asamblea de brujas, a nuestros padres y hermanos, a toda nuestra familia, y desintegraste a quienes consideraste indignos. Somos las últimas brujas en nuestro mundo.

ENAMORADA DE UN VAMPIRO ━━  [En curso] 《12》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora