Capítulo 14

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Rachel

Abrí los ojos y los cerré enseguida, había olvidado cerrar las cortinas la noche anterior, la luz sumada a mis ojos hinchados por el llanto me hacían imposible mantener mis ojos completamente abiertos.

Avancé hacia lo que suponía era el baño tropezando con los zapatos repartidos por el suelo, entré y me lavé la cara tratando de apartar los restos de sueño. Parpadee y mire el espejo, solo tenía tres palabras para definir lo que eran mis ojos en ese momento.

Una puta mierda.

Me desnudé y me metí a la ducha suspirando, me senté y llené la tina con agua caliente. Era domingo, podía permitirme perder el tiempo en el baño.

Sumergí mi cuerpo por completo sin querer pensar en nada más, parecía una mujer a la que su marido había dejado por otra más joven. Me hacía falta la taza de café y la bata de baño solamente.

Podía fingir ser una divorciada en la comodidad de mi baño.

Me lavé el cabello lentamente, solo salí del agua cuando sentí que podría congelarme hasta los huesos. Envolví mi pelo y mi cuerpo con una toalla, lavé mis dientes y salí del baño para luego lanzarme en la cama, no supe en qué momento me quedé dormida, pero cuando volví en mi ya eran las 2 de la tarde.

Tomé un chándal negro y una sudadera, tenía frio y supuse que por mi estupidez de dormir solo con la toalla me había resfriado. Esto no podía ser mejor.

Salí de la habitación y camine hacia la de Luisa, entré cuando dijo adelante y me lance a su cama.

―Luisa. Los alemanes no valen la pena.

Susurre, mi cara contra la almohada.

Luisa se enderezo en la cama, o eso supuse por el movimiento a mi lado, no la estaba mirando.

― ¿Qué hizo? ― Escuché el filo en su voz y sonreí triste.

―Me engaño.

Un minuto de silencio.

― ¿Parker? ¿El mismo Parker que te esperó tres horas fuera del edificio solo porque no traía su celular y no recordaba el número del apartamento? ― Escuché la incredulidad en su voz.

Asentí con un sonido, entendía su reacción. Fue lo mismo que pensé, no lo creía capaz, pero había sucedido.

―Bueno, sí. Los alemanes no valen la pena, hay que cortarle los huevos.

Su voz, aunque tenía un toque bromista, también tenía un matiz de acero, Luisa debía estar pensando en cómo "vengarme".

―No hace falta, que meta su pene donde quiera.

―Dije los huevos Rachel. ― Aclaró.

―Lo mismo.

Bufó.

― ¿Te lo dijo el mismo? ― Indagó acariciando mi cabello enredado.

―Sí.

―Bueno, un hijo de puta sincero.

Solté una carcajada corta.

― ¿Terminaron? ― Preguntó como si ya supiera la respuesta.

―Obviamente.

― ¿Y tú estás bien? Digo, ¿sientes que el mundo se derrumba a tu alrededor? ― Soltó como broma, ella estaba preocupada y lo notaba por la forma suave en la que me hablaba.

―Sí. ― Suspiré. ― Eso creo, dolió, pero no moriré.

En unos días estaría mejor, o eso esperaba.

FANFIC PECADOS PLACENTEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora