Capítulo 30

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Ela:

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Ela:

«¿Engaños? ¿Patéticas decisiones?».

Los ojos del agente encargado de la policía yacían sobre la carta de papá y luego sobre la particular nota que solía acompañarla, brindado no solo pistas e ideas sin sentido, sino miles de preguntas que quizá sin respuesta tendrían que quedarse.

Las hojas del otoño caían y se deslizaban hasta el suelo a nuestro alrededor. La rabia y el dolor al volver a escuchar una de sus promesas allí estaba, quemando, ardiendo en mi interior...

El agente Keller alzó la vista hacia nosotros, confuso e indignado por las palabras que yacían allí plasmadas.

Su boca se abrió para hablar, pero tan solo hacerlo un grito desgarrador de una mujer le interrumpió.

—¡Ah! ¡¡Está muerta!! —gritaba, provocando que toda la gente a su alrededor saliera corriendo, despavorida.

La mirada volvió a nosotros, nuestros cuerpos se levantaron inmediatamente del lugar en donde reposaban. La mano derecha del agente uniformado y con ese particular abrigo de gabardina fue a su bolsillo derecho, directo a la funda que protegía su arma.

Giró en dirección a Seth y se la tiró, enfocando sus ojos en mí. Tomó la segunda que tenía y con ella en mano comenzó a abrirse paso entre la multitud que lloraba, gritaba, completamente horrorizada. Las calles hasta ese punto habían estado vacías y ni una sola alma deambulaba por allí, hasta que el reloj marcó la hora comercial y cada tienda fue abriendo para pasar un día tranquilo.

Por acto reflejo terminé pegada al cuerpo más alto y un poco trabajado de mi hermanastro menor. Sus ojos firmes y atentos a cualquier movimiento, tal y como lo había hecho en el momento en que en las ruinas la macabra voz había salido, para ser escuchada y transmitir ese miedo.

La rodilla del uniformado oficial se apoyó contra el suelo, con unos improvisados guantes de bolsa examinó el sangriento cuerpo que se hallaba frente a él. Una chica, joven, quizá de unos 20 o menos años se encontraba ahora tirada en el medio de la calle, sin vida, entre un gran charco de sangre.

La gente se había retirado tanto que el círculo que formaban me había excluido. La cabeza de la chica se movió un poco, por acción del agente Keller, lo suficiente como para terminar de realizar un corte que terminaría por desprenderla por completo y hacer que comenzara a rodar, dejando un rastro de sangre que iba hasta en mi dirección.

Se detuvo frente a mí y allí fue que pude ver el blanco fantasmal y terrorífico de sus ojos abiertos y fijos, mirando hacia arriba. Retrocedí al acto y me agarré de las ropas de Seth tan fuerte que tuve que haber dejado una marca.

Más policías comenzaron a llegar, Keller los había llamado por la radio que siempre llevaba consigo. La gente no podía irse, era como si estuvieran paralizados por el miedo de lo que había sucedido; nadie parecía creer lo que frente a sus narices estaba. La tranquilidad había sido perturbada, en un pueblo tan pequeño.

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