Capítulo 1

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Ela:

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Ela:

Vacío.

Soledad.

Dolor.

Miraba la foto familiar enmarcada en mi mesita de noche. No podía detallar ninguna otra cosa que no fuera su rostro. Piel clara, una barba castaña, perfectamente ordenada, unos ojos y una sonrisa rebosante de alegría mientras nos abrazaba a mi madre y a mí.

Una lágrima rebelde escapó de mis ojos, dejé que se deslizara por mi rostro lentamente, mientras tomaba el enmarcado y dejaba un beso en él.

—Te extraño papá.

Mis palabras salieron en un hilo de voz tan pequeño que casi ni yo lo pude oír. Tomé el impulso para levantarme y volver colocar esa fotografía en su lugar antes de irme a la preparatoria.

Tan solo salir de mi habitación ya era entrar en otro mundo. Un mundo en donde tenía que convivir con un intento de familia que no era la mía. Mi madre había dejado de ser ella misma luego de mi papá y en cambio se había vuelto una mujer sumisa y completamente dependiente de otros.

Ella estaba ocupada en la cocina con el inútil de mi padrastro sentado en la mesa esperando su desayuno con el periódico en manos.

No pude evitar que el asco se apoderara de mí tan solo verlo. Se había convertido desde hace años en mi problema junto a sus tres hijos.

Christian.

Logan

Seth.

—Buen día, mi cielo —. Su sonrisa sumisa era algo que ponía de los pelos.

—No desayunaré hoy, primer día de clases —. Tomé una manzana y la metí en mi bolso para comerla luego.

—No, ¿estás loca? —vociferó el hombre, al que le tenía la mayor de todas las repulsiones —. Además, ¿tienes una idea de que estás usando una falda muy corta para el sitio al que vas?

—No empieces, Héctor.

Giré mis ojos y retrocedí para evitar que mi padrastro rozara su mano contra mis piernas.

—Ela, Héctor tiene razón. Estás muy descubierta para ir a la escuela.

Mi mamá ni siquiera se había dignado a mirarme más de un segundo y ya le estaba dando la razón al pervertido de su marido. Odiaba que todas las señales estuvieran ante sus ojos y ella ni lo notara, era como si desde la muerte de mi papá esa chispa de una mujer luchadora y trabajadora se hubiera esfumado.

—¿Esto es en serio, mamá? ¡Cómo no te das cuenta!

—Ela, no permitiré que mi hija salga de la casa en esas fachas. Sube a cambiarte.

Moví la cabeza de lado a lado y miré a mi padrastro. La sonrisa de victoria en su rostro era desagradable, el asco y la repulsión por mi parte lo decía todo. Esos ojos pervertidos y sucios no dejaron de observarme hasta que me topé con el mayor de sus hijos, al salir de la cocina.

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