Capítulo 36

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Ela:

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Ela:

La luz del portátil perteneciente al director se encendió, llamando mi atención. Mi mano se aproximó a aquella nota, pero fui interrumpida por el agente Keller, quien con una rápida maniobra ya tenía puestos sus guantes azules de látex. Luchando un poco logró sacar aquel objeto parpadeante al exterior.

Un USB portátil, uno lleno de sangre y restos de fluidos humanos, se alzó ante la luz.

Una cinta adhesiva que alguna vez había sido de color blanco nieve lo envolvía, y escrito con la típica caligrafía del enfermo ponía:

«Feb. 2000»

La luz de aquella computadora que el director usaba brillante se encontraba y con el típico sonido del sistema de Windows, indicaba lo lista que ya parecía estar; tal y como si hubiera sido programada para encenderse en ese preciso momento. El uniformado nos miró a ambos y luego caminó, despacio y con el arma en manos hacia el computador. Conectó el aparato y tan solo al hacerlo nos llamó.

Varias carpetas se abrieron al instante, cada una estaba identificada con nombre y fecha, la mayoría tenían nombres que para mí eran desconocidos, pero, más abajo, etiquetadas especialmente se hallaban las dos carpetas con aquellos nombres que eran más que familiares para mí.

«Nathan Bonnet» y «Violet Bonnet».

Ambas carpetas, parecían ser las únicas sin fecha especificada. Una ventana de bloqueo apreció solo unos segundos después de dar la orden para entrar a la de papá, sin embargo, tras intentarlo con la de mamá algo ocurrió.

Dos archivos se encontraban dentro, uno de audio y otro de lo que parecía ser un video, viejo y de una cámara de seguridad.

La mirada de los dos hombres se concentró en mí.

Seth tomó mi mano en el momento en el que el agente Keller abría el primer archivo...

Gritos de la que parecía ser la voz de mamá, llenos de dolor, agonía y desesperación se escuchaban. Voces de extraños lograban identificarse a lo lejos, dando especies de instrucciones a un personal o quien sabe qué y luego, tras lágrimas y gimoteos que se le escuchaban la voz de aquella figura femenina que alguna vez me había cuidado, atado el cabello con amor y cariño en los días colegio habló:

«—¡Aléjate de mí! ¡Aléjalo de mí! —pedía y gritaba una y otra vez, sumida en el desespero absoluto.

—Es su hijo, señora...

Mis ojos como platos se abrieron al escuchar las palabras de esa extraña y aguda voz, la palabra «hijo» me había dejado sin aliento alguno, helada seguía escuchando.

—¡¿Qué no entiendes?! —le gritaba la dulce voz de mamá, completamente histérica y fuera de sí—. Nació muerto, no es mío, no lo es... No lo es... No...

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