Ela:
El frío que se apoderaba de cada uno de mis músculos, el dolor y esas ganas de gritar, de soltar todo lo que en tal vez años no había podido finalmente me alcanzaron. Mis ojos se deslizaron una y otra vez por el papel con esa caligrafía que recordaba de mi niñez, una que entre risas estuvo y que, con el dolor de 30 puñales sobre la espalda, desgarrando la piel se había esfumado.
Y grité...
Lo hice, ya no podía contener más todo aquel ardor frío, toda aquella soledad que quemaba de una manera muy diferente al fuego que en mi pecho se encontraba. Mis manos soltaron la carta que una vez, sus dedos sostuvieron antes de guardarla para la futura destinataria; a mi pecho llegaron al tiempo en el que las saladas y húmedas lágrimas bajaban por la piel helada de mi rostro sin contemplación alguna.
No sabía si alguien más me escucharía, sin embargo, poco me importaba ya. Esa herida abierta, con aquel chorro, con aquel goteo de un limón constante solo provocaba que más y más gritos salieran de mis labios.
Yo era una niña, solo una niña de casi 8 años cuando le perdí, cuando sentí la soledad cubrirme por completo, alejar a mi madre y sumirla en su propio mundo... Un mundo en el que Héctor logró entrar, arrebatar y pisotear a aquella mujer que junto él, junto a ese hermoso ser me habían arropado tantas veces por las noches.
Parte del aun visible recuerdo sobre aquel día se proyectó en mi mente.
Las sonrisas tristes, apenadas, las miradas llenas de lástima de las mujeres y de los pilotos compañeros suyos. El ataúd vacío y cerrado...
Vacío.
Vacío.
Y tras dejar que todo por fin saliera de mí y dejar de concentrarme en aquello que nunca debí vivir y experimentar sentí sus brazos, rodeándome, dejó que tal como aquel primer día en este mismo lugar las lágrimas le empaparan la ropa. Acunó mi rostro, mi cuerpo y volvió a repetir esas palabras susurrantes y dulces en mi oído.
Las lágrimas se secaron para ese momento, ya no quedaba más que la necesidad de gimotear y drenar los mocos que me impedían respirar cuando le vi.
—Por favor, no más, Ela —... Rogó, buscando un contacto constante —. No te tortures y no me hagas sufrir... No me gusta verte así, ma...
Mis labios se abrieron un poco al escuchar ese fluido lenguaje que no dejaba de preguntarme, ¿cómo lo había aprendido?, ¿cómo es que él lo entendía y lo hablaba tan perfecto si...?
—El dolor... Yo...
—Lo sé —admitió él. En sus ojos se podía ver que no mentía y que sabía a la perfección lo que yo acababa de drenar de cierto modo —. Nunca se va del todo, pero, siempre voy a estar para sostenerte, para secar tus lágrimas, Ela... No quiero verte sufrir, porque no puedo soportarlo.
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Ice
Teen FictionFamilia, un concepto usado para definir el amor. Amor entre pareja, entre madre e hijo o hasta entre padre e hija. Ela sabe que desde el accidente de su padre no es la misma, ni planea serlo. Solo tiene un objetivo en mente que sabe que debe cumplir...