CAPITULO V

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PAZ AL AJENO

Al otro día, después de haber escuchado una larga corriente verbal que contaba flujos pasados, ellos tres subían una última montaña para ver la gigantesca torre que cruzaba los cielos. Después de mucho, por fin estaban cerca de su objetivo.

El agradable y fresco viento soplaba mientras que los resplandecientes rayos del sol iluminaban parcialmente el lugar; según los hermanos esa área se llamaba el valle de la luz, era un nombre esperanzador en medio de todo el caos. De pronto la tierra empezó a sacudirse de forma extrema, ellos se dieron cuenta como en la lejanía una víbora de tamaños monumentales paseaba encima del valle derrumbando todo a su alrededor intentando destruir la torre.

—Vaya, la protección mágica de la torre si es muy fuerte — Dijo Abiodun impresionado por las vistas. — Si podemos, yo prefiero evitar pasar por ahí.

Cerca de ellos también veían humo, según Naim podía tratarse de una aldea, así que los hermanos totalmente decidíos desviaron su camino para ir a ayudar.

—Es muy arriesgado, no creo que valga la pena sacrificar nuestro tiempo— Suspiró Abiodun deteniéndolos.

—Pero tú eres muy fuerte, ¿no? — Respondió Leire casi suplicando. — Debemos de salvarlos a todos...

—No, yo nunca he sido fuerte — Contestó Abiodun mientras miraba a los hermanos. — También deben ya de saber que no siempre se podrá salvar a todos, así que no vuelvas a decir eso por favor.

—Pero...

—¡Pero nada niña! — Exclamó Abiodun con fuerza cortando las palabras que Leire iba a decir. — Lo vieron en su pueblo y en la historia que ustedes mismos me contaron, prácticamente es imposible salvarlos a todos y aun que seas fuerte... Eso no afectará en nada, solo te traerá más dolor y miseria.

Un largo silencio incomodo estalló en el viaje después de esa discusión, ambos hermanos entendieron perfectamente lo que quiso decir Abiodun pero su fe no podía detenerse. Por otro lado, Abiodun no sentía nada al respecto pues sabia con total razón que él no se estaba equivocado.

Al poco tiempo en medio del camino encontraron a una semihumana con rasgos caninos llena de heridas, Naim con ayuda de su hermana la ayudaron mientras que Abiodun miraba fijamente el pilar de humo.

—Por favor ayúdennos — Rogó aquella semihumana con una suave voz antes de desmayarse. — Nuestra aldea sufre.

—¡Mierda! — Exclamó Abiodun con cierto enojo. — Ustedes atiéndanla bien, yo ahora regreso...

Leire contenta agradeció a Abiodun, este último solo se fue corriendo con toda velocidad posible brincando raíces y esquivando troncos hacia la columna de humo en lo que desenfundaba su varilla de metal y se acomodaba el yelmo. Hasta el fondo entre todos los árboles notaba una luz deslumbrante, ahí se encontraba un barranco bastante alto y Abiodun sin pensarlo tanto decidió brincarlo dejándose caer, por suerte ahí abajo estaba la aldea de los semihumanos.

Ahí debajo era realmente un infierno desatado pues todo estaba lleno de muertes y sangre, las anomalías sin piedad estaban arrasando con los semihumanos. Los llantos y gritos de dolor eran música para la gente sombra, de golpe todo ello se detuvo al ver como una persona con larga capa gris cayo hacia un maestro corrupto matándolo instantáneamente, todos estaban impactados en silencio.

—¡Atrápenlo y despedácenlo! — Gritó una anomalía de forma desgarradora rompiendo la pausa.

—¿Cuándo podrán aprender a callarse? — Preguntó Abiodun molesto.

Y estando arriba del monstruo muerto, él se agachó preparándose para recibir cualquier ataque desde sus diferentes ángulos, sus ojos desde ahí podían mirar a todas partes; las anomalías quienes lentamente se acercaban a él, lo rodearon ignorando a los demás semihumanos que ahora eran espectadores de lo que estaba a punto de ocurrir.

SUEÑOS; El Camino Del Despertar   [FINALIZADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora