Prefacio

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Joshua paró el acto sexual y puso su mano en mi boca, al ver que no paraba de gemir, pues el placer era inmenso y mi cuerpo era tan pequeño para algo tan grande, no tan grande como el miembro erecto de Joshua. Él era consciente de lo que podía pasar después, y no era que yo alcanzara otro orgasmo. De pronto ambos escuchamos el golpeteo feroz de la puerta. Sentí vergüenza y muchos nervios.

—Eiza, tenemos que irnos… —me susurró y su genital erecto se despidió del mío.

—¿Pero por dónde saldremos? —pregunté con los nervios a flor de piel.

—Ya sé. Por la ventana del rincón.

—¿Estás seguro de lo que haces?

—¿Cuándo no lo he estado? Me respondes después...

Alzamos nuestra ropa tirada en el piso. Pero yo apenas llegué a ponerme la ropa interior y la falda cuando Joshua me agarró de la mano y me jaló hasta la ventana pivotante del fondo. Estábamos en un segundo piso, pero había una angosta cornisa para poder bajar y escapar.

—Las damas primero —dijo él.

Lo miré con el ceño fruncido.

—Bueno, yo voy primero, niña...

Al ver que alguien trataba de abrir la puerta a la fuerza, me adelanté a Joshua sin decir nada.

Él abrió la ventana y yo salí para bajar y, cinco segundos después, Joshua me siguió. Nos sostuvimos con fuerza y caminamos por una peligrosa cornisa y bajamos sosteniéndonos de una columna de cemento. Abajo había arbustos y plantas de jardín en caso de que cayéramos.

En ese preciso instante, la puerta se abrió forzosamente y escuché la voz del conserje, del director y el murmullo de una alumna. Por un pelo no nos encontraron.

Corrimos y corrimos hasta trepar el muro. Afuera cruzamos al frente y luego nos sentamos en la acera a descansar.

—¿Nos habrán visto? —pregunté con la voz cansada.

—Esperemos que no, Eiza. Pero eres valiente como yo.

—Un poco… Un momento ¡Mi camisa la dejé allá! —grité.

—Tranquila, creo que lo dejaste dentro del cubículo.

—Lleva mi nombre escrito en él, Joshua.

—Ahhh... ¿Espera qué acabas de decir? ¿Cómo?

—Mi amiga lo hizo con tinta indeleble.

—¡Diablos!

Sabía que después de una mañana de sexo, podía haber consecuencias, pero aquel rico orgasmo me calmaba y me excitaba otra vez de solo recordarlo. Pero si el director encontraba mi camisa, llamaría a mis padres o me echarían del colegio.

—Tranquila, niña... Cuando todos se vayan yo iré a recoger tu camisa y asunto solucionado.

—¿Tú irás? —dije con tono de enfado.

—Bueno, tú irás a recogerlo...

—Nosotros iremos, Joshua.

—No me dejas terminar la frase. Iba a decir: irás a recogerlo conmigo.

A las doce y media, Joshua y yo volvimos a un colegio que era un desierto a esa hora. Ni conserjes había. Solo había un muro bajo para poder trepar.

Subimos despacio los escalones y caminamos por el largo pasillo que conducía a los baños. El silencio era tal que el más mínimo ruido era atronador. Pero era un milagro encontrar abierto el baño y sin alumnos husmeando.

Joshua abrió la puerta y yo lo seguí hasta el cubículo donde nuestros cuerpos se unieron escandalosamente en el acto de amor. Mi camisa estaba encima del tanque de agua. No recordaba haberlo puesto ahí. La última vez que lo vi estaba en el suelo mojado. O tal vez fue producto de un sueño húmedo. No, estaba segura de que estaba en el piso.

—Asunto solucionado, niña —dijo Joshua.

—Espera, ¿no te parece extraño esto?

—Sí, dejaron la tapa del baño arriba.

—No es eso.

—Niña, si no salimos ahora, alguien nos verá.

Luego de escuchar a Joshua, recogí mi camisa y, segundos después, escuchamos ruidos cerca de la puerta de salida del baño.

—Joshua, ¿qué fue eso?

—¿Será un gato?

—¿Quién dejaría un gato, Joshua?

—O tal vez el gato dejó a su dueño, no sé...

Volvimos a escuchar los ruidos a un ritmo pausado y las ventanas estaban cerradas con candado.

Así que salimos del cubículo del baño y caminamos, agarrados de las manos, yendo con lentitud hacia la puerta de salida. Me puse nerviosa, pero no había de otra.

Cuando Joshua estaba a punto de abrir la puerta, me miró y asintió, y yo me situé detrás de él.

Mi Novio Pervertido ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora