Capítulo 2

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-¡Dime quién es, Joshua!

-Te lo digo mañana en el colegio. Es muy importante, niña. Te lo diré allá.

-Está bien, hasta mañana, Joshua -respondí resignada.

La tarde se hizo larga después de eso. Pero con la tarea se hizo corta. Llegó la noche y esta se alargó también. Así que conté ovejas para poder dormir.

Una vez que amaneció, me levanté con apuro y me alisté de inmediato para la escuela.

Fui al comedor, comí algo y volví a mi alcoba para recoger mi mochila.

-Chau, mamá -dije en la puerta.

-Chau, hija. Pórtate bien y me traes la tarea revisada.

-Sí, mamá.

Era muy temprano y yo iba al colegio con los nervios a flor de piel. Estaba ansiosa y también enojada por culpa de la maldita falda plisada, que ahora tenía una marca de pegamento en la parte baja. Ya no tenía repuesto. Y si la había era una microfalda o un cinturón.

Luego de padecer otra odisea en el autobús, llegué a mi colegio y me dirigí por el pasillo principal. Al fondo estaba la escalera del demonio, que me traía recuerdos. En esta misma escalera, Joshua había conocido el color de bragas que llevaba. Lo recordaba con vergüenza.

Antes de llegar al primer peldaño, vi a Joshua bien uniformado y guapo como siempre. Estaba apoyado contra la pared. Ya no estaba al lado de sus dos amigos. Me acerqué a él y le dije:

-Ya estoy aquí, Joshua.

-Hola, niña. Estás linda -dijo él con una sonrisa.

-Gracias, ahora cuéntame.

-Sígueme, niña.

-¿A dónde?

Hice lo que me dijo y antes de llegar al quiosco, aparecieron nuevamente esas dos chicas en falda corta delante de mí. Se dirigieron hacia la escalera y comenzaron a subir. Me adelanté a Joshua y él se detuvo.

-¿Piensas hacer algo, Joshua? -pregunté con el ceño fruncido.

-Nada, ¿por qué? Solo miraba la hora.

-¿Así que ya no deseas ver bragas?

-Claro que no... Para qué voy a ver otras bragas si puedo ver las bragas de mi novia...

-Ay, eso sonó tierno y pervertido.

Finalmente llegamos al lugar donde Joshua me había dicho. Había tierra y flores por doquier, pero ya no había alumnos deambulando.

-¿Aquí no hay nadie? -dije impaciente.

-Debería estar aquí ese...

-No me digas.

-Ahí ya viene.

De sorpresa apareció un anciano sosteniendo un bañador con una tela blanca.

-Joshua, ¿qué pasa? -pregunté con desconcierto.

-Él es el hombre que nos ayudará a encontrar al fisgón o la fisgona que sabe mucho de nosotros. Me lo recomendó un amigo.

-Pero si es un vendedor de empanadas... ¿qué puede saber él?

-Ya lo verás, niña -dijo Joshua dándole un billete.

El hombre sacó una empanada de su bañador y luego lo partió por la mitad. Lo levantó perplejo sin decir una palabra.

-Esa persona estudia en este colegio -dijo el hombre al cabo de unos segundos.

-Eso ya lo sabemos -dije.

-Espera, niña.

El hombre miró otra vez la empanada y luego dijo:

-Es una mujer...

-¿De verdad? -dije con expectación.

-Pero también puede ser un hombre...

-¡Demonios!

-Lleva falda -dijo finalmente el hombre.

-Confirmado -dijo Joshua con plena confianza-. Es una chica.

-¿Y en qué curso está? -le pregunté.

-Esa información les costará otra empanada, ya que esta tiene una mosca.

-Ay, ¿cuánto cuesta...?

-Veinte pesos.

-¿Veinte pesos por una empanada?

-No es cualquier empanada, señorita. Estas son las empanadas de la verdad. Ya ayudé a muchos alumnos.

-¿Es algo así como un adivino que ve las cartas y eso?

-Mejor que ellos, señorita.

Joshua buscó en sus bolsillos.

-¿Tienes algo, Eiza? -me preguntó Joshua.

-No, mi mamá solo me da dos pesos para el recreo.

-Yo tengo un billete de cincuenta. ¿Tiene cambio? -preguntó al anciano.

-Lastimosamente solo tengo un botón.

-Entonces lo cambiamos en el quiosco, ¿nos espera?

-Ya, les doy diez segundos.

Como locos corrimos hacia el quiosco y, por el apuro, Joshua soltó el billete que fue a parar al zapato de un alumno.

En ese momento ya habían pasado siete segundos.

Mi Novio Pervertido ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora