018

520 43 1
                                    

Cuando _____ se va, las cosas se vuelven... confusas. ¿No es así como lo describen siempre? ¿Lo que suelen decir las víctimas de un accidente de tren? Eso de que justo después de que ocurra es todo muy poco claro. Irreal.

Le digo a Erin que me encuentro mal. Su sonrisa es triste y compasiva. Antes de meterme en el ascensor vuelvo a mirar en dirección al despacho de _____ con la esperanza de volver a verla. Sólo para atormentarme.

Pero la puerta está cerrada.

Fuera está lloviendo. Una tormenta de invierno. La clase de tormenta que te empapa la ropa y te cala hasta los huesos. No me importa.

Vuelvo caminando hasta mi apartamento entumecido y aturdido. Como un muerto viviente de alguna película de terror de bajo presupuesto que no reacciona ni cuando se corta el pie con una sierra mecánica.

Pero cuando llego a la puerta todos mis sentidos parecen despertar. Entonces empiezo a sentir de nuevo. Y siento a _____.

En todas partes.

Aún puedo ver sus ojos entornados por la pasión. La oigo susurrarme al oído cuando me dejo caer en la cama. Su olor se ha adueñado de mi almohada. Y soy incapaz de ignorar que ella estaba justo ahí hace sólo unas horas. Y podía tocarla, mirarla y besarla.

Y ahora ya no puedo.

Es como cuando alguien muere. Y no puedes creerte que se haya ido porque te lo cruzaste por la calle el día anterior. Estaba allí contigo, vivo y real. Y te aferras a ese recuerdo, ése es el momento que más lamentas.

Porque fue el último.

¿Cuándo ocurrió?

Soy incapaz de contestar a esa pregunta. ¿En qué instante empezó _____ a ser tan importante para mí que dejé de poder funcionar sin ella? ¿Fue cuando la vi llorando en su despacho? ¿O quizá fue la primera vez que la besé en el mío? Quizá ocurriera cuando Kim la insultó y yo quería darle una paliza por haberlo hecho. ¿Fue esa primera noche en el bar? ¿Fue la primera vez que miré esos infinitos ojos castaños y supe que tenía que ser mía?

¿O fue aquí, en mi apartamento? Alguna de los cientos de veces que la toqué...

Dios, ¿por qué no lo vi venir antes?

Todas esas semanas, todos esos meses, desperdiciados. Todas esas mujeres con las que me acosté y cuyos rostros soy incapaz de recordar. Todas las veces que la hice enfadar cuando podría haberla hecho reír. Todos esos días que podría haber pasado amándola y consiguiendo que se enamorara de mí.

Perdidos.

Las mujeres se enamoran más deprisa que los hombres. Con mayor facilidad y más a menudo. Pero cuando los hombres nos enamoramos, lo hacemos con más intensidad. Y cuando las cosas van mal, cuando no somos nosotros quienes le ponemos fin a la relación, no lo superamos.

Nos arrastramos.

No debería haberle dicho esas cosas en mi despacho. _____ no se lo merecía. No es culpa suya no querer lo mismo que yo. Que no sienta lo mismo que yo.

Dios santo, esto es horrible. Por favor, que alguien me mate.

¿Dónde están esas balas que se desvían de su trayectoria original cuando más las necesitas?

¿Alguna vez os habéis sentido así? ¿Alguna vez habéis tenido algo que lo significaba todo para vosotros? Quizá alguna vez hayáis cogido la pelota de un home run cuando se colaba por encima de la valla. O hayáis visto una fotografía de vosotros mismos de algún momento inolvidable. Quizá vuestra madre os diera un anillo que perteneció a vuestra tatarabuela. En cualquier caso, es algo que miras y juras que conservarás para siempre. Porque es muy especial. Valioso.

Irreemplazable.

Y entonces, un día, no sabes cómo ni cuándo ha ocurrido, te das cuenta de que ha desaparecido.

Lo has perdido.

Y te duele su ausencia. Darías lo que fuera por recuperarlo. Para volver a tenerlo contigo, donde siempre debió estar.

Me acurruco en la almohada. No sé cuánto tiempo paso así, pero cuando vuelvo a abrir los ojos y miro por la ventana ha oscurecido. ¿Qué pensáis que estarán haciendo ahora mismo? Probablemente lo estén celebrando. Habrán salido. O quizá se hayan quedado en casa.

Me quedo mirando fijamente el techo. Sí, eso son lágrimas. Dolor líquido.

Adelante, podéis llamarme marica. Llamadme nenaza. Lo merezco. Y no me importa.

Ya no.

¿Creéis que él sabe lo afortunado que es? ¿Que es consciente de la suerte que tiene?

Claro que no. Él fue el idiota que la dejó escapar. Y yo fui el idiota que no consiguió conservarla.

Quizá no duren mucho. Podrían volver a romper. Cuando _____ se dé cuenta de que merece algo mejor. Pero supongo que eso tampoco supondrá ninguna diferencia para mí, ¿verdad? No, después de lo que dije. No, después de ser el culpable de la expresión que se dibujó en su cara.

«Dios mío...»

Me dejo caer de la cama y me arrastro hasta la papelera. Apenas consigo llegar antes de devolver. Y vacío todo el contenido de mi estómago.

Y ése es el instante exacto, ahí, justo cuando estoy de rodillas. Es cuando me convenzo de que tengo la gripe. Porque este despojo humano no puede ser mi verdadero yo.

No para siempre.

Si estoy enfermo puedo tomarme una aspirina, dormir un poco, y cuando despierte me encontraré mejor. Volveré a ser yo. En algún momento. Pero si admito que estoy enamorado, si reconozco que se me ha roto el corazón en mil putos pedazos..., entonces no sé cuándo volveré a estar bien. Quizá nunca.

Así que regreso a la cama. A esperar.

Hasta que haya superado la gripe.

𝔼𝕟𝕣𝕖𝕕𝕒𝕕𝕠𝕤 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] ᴘᴀʀᴋ ᴊɪᴍɪɴ +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora