Capítulo 9

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Esa canción podía ser de lo más infantil para quienes no lograran comprender ese significado, pero para mí fue un recuerdo que se quedará en mi mente para siempre.

Al volver a mi habitación del hotel, me quedé pensando en cada verso de la canción, pensé en que él es el hombro al que le puedo llorar, el cielo en el cual puedo volar, el amigo con el que puedo ir.

Me fui a dormir con una sonrisa dibujada en mi rostro y una sensación de felicidad mezclada con emoción.


Al despertar, lo primero hice fue consultar la hora y me levanté al baño para cepillar mis dientes y bañarme, luego de esto, tocaron la puerta y al abrir vi a Diego sosteniendo una caja pequeña de chocolates en la mano mientras sonreía.

-¡Feliz cumpleaños! Esto es para ti!

Luego de recibir los chocolates lo abracé con fuerza y luego le dije:

-Gracias, se ven deliciosos.

-¿Estás lista?

-¿Para qué?

-¿Pensabas que no te tendría ninguna sorpresa por tu cumpleaños?

-En realidad sí.

-Niña ingenua- Dijo mientras me daba golpecitos en la cabeza.

-¿Le dices niña a alguien que acaba de cumplir los 20?

-Sí, te falta mucho por aprender- Dijo con un sarcasmo evidente.

-Tenemos la misma edad- Respondí con obviedad.

-Pero yo soy más maduro.

-Se supone que las mujeres maduramos primero.

-Estás claro que soy la excepción- Dijo al mismo tiempo que me guiñaba un ojo y me guiaba hasta la puerta y la cerraba detrás de mí-. Bueno, primero desayunaremos en la cafetería de al frente y luego te llevaré a conocer un lugar.

-Hecho.


Estando en la cafetería, pedimos un par de sándwiches y un café de vainilla para cada uno.

-Por ti- Dijo levantando su tasa simbolizando un brindis.

Le respondí el gesto levantando también mi tasa y las chocamos en el aire.

Terminando de desayunar, nos levantamos y pedimos un taxi, Diego le dio una dirección que yo desconocía y el taxista comenzó a conducir.

-¿Puedo saber adónde estamos yendo?

-No todavía. Te contaré cuando estemos allí.


Cuando llegamos, vi una plaza que estaba algo vacía y que era algo pequeña. Me salí del taxi mientras Diego le pagaba al conductor, unos segundos después e se paró a un lado mío y comenzó a decir:

-Esta es una historia de un niño al cual sus padres le exigían más de lo que podía, a pesar de ser muy pequeño él se sentía algo abrumado. Es la historia de un niño que no tuvo infancia. Un veranos el fue a veranear con su familia a otra ciudad, entonces se encontró una fuente de agua que a sus ojos era la más hermosa del mundo, tenía forma circulas y algunos detalles en dorado. Era una fuente preciosa. Entonces con una moneda que sacó de su bolsillo pidió un deseo con la intención más pura que existía. Pidió un amigo.

Diego vaciló y sus ojos se volvieron vidriosos, sin embargo continuó:

-Ese deseo que pidió de forma tan inocente, inesperadamente se convirtió en una realidad. Llegó ese amigo que tanto esperó- Diego me puso una mano en cada hombro y me dio la vuelva, entonces pude mirar una fuente que cumplía con las características que recientemente me había dado. Comprendí que él había sido ese niño.

Y yo la amiga que el deseó. Mis ojos también se llenaron de lágrimas y sólo pude abrazarlo, mientras intentaba transmitirle un "Gracias" con la mente. Una palabra simple pero que en ese moento contenía mucho. Una palabra que estoy segura que el recibió.

Grito de iraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora