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Advertencia: Capítulo con contenido explícito.
Cuando Jungwoo consiguió volver a su habitación, él cerró la puerta de golpe y se echó sobre su cama. Él agarró la almohada y enterró su cara en ella, se odiaba por ello, pero lloró.
Trató de retener las lágrimas, no quería llorar, pero eso era justo lo que estaba haciendo.
Chan le había rechazado otra vez, y ahora era obvio que el hombre no quería nada con él.
Él sabía que tenían problemas. Su relación no siempre había sido un camino de rosas, pero él no había pensado que el hombre iba a tirar su relación a la basura así y por un hombre lobo de la manada de la parte inferior de la montaña de todas las cosas.
Chris le había rechazado, y para hacerlo aún peor, el Omega que fue acoplado a él lo había visto. Felix era el compañero del Gran Dragón.
¿Qué pasa si quería a Jungwoo castigado o desterrado? ¿Chris permitiría ese tipo de cosas? ¿El hombre se seguiría preocupando por él, de todos modos?
Los dioses sabían que todo el mundo en el castillo pensaban que Jungwoo había estado con Chris porque quería la posición como compañero del Gran Dragón. Él era despreciado como poco más que un fácil por la mayoría de la gente por eso, y él fue rechazado por todas partes a las que fue.
Siempre pensó que la seguridad había sido su amor por Chris, pero parecía que incluso Chris se hartó de él, porque había hecho su elección, y no fue Jungwoo.
Una mano sobre su hombro tenía Jungwoo moviéndose rápidamente de un tirón para arriba, y por un segundo, él había esperado que Chan hubiera venido verlo. A decirle que él había estado equivocado y pedir disculpas por hacerlo a un lado.
Su decepción ante la vista de Doyoung fue casi demasiado, y ahora su humillación fue completa.
Uno de los hombres más confiables del Gran Dragón, mejor amigo de Chan, el segundo al mando y el líder de los guerreros dragón, estaba viendo a Jungwoo llorar como un bebé. Estaba demasiado avergonzado para vivir.
―¿Qué quieres? ¿No sabes tocar? – Exigió Jungwoo.
Sólo porque la mayoría del castillo pensaba que era un fácil no quería decir que había perdido todo su orgullo.
Doyoung levantó una ceja.
―Toqué y dije tu nombre. No respondiste.
―Así que decidiste venir sin ningún permiso. Maravilloso. ¿Estás aquí para castigarme? – le preguntó Jungwoo, girando su cara hacia la almohada.
―¿Será que el Segundo al mando del Gran Dragón necesita una razón para venir a verte sin que sea un castigo?
Jungwoo se encogió de hombros, y luego resopló y secó sus ojos.
