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La puerta de la oficina del Hokage se abrió con un chirrido lento, dejando ver a un hombre de aspecto rudo.
Su piel era morena, curtida por el sol y los años. Llevaba una barba gris algo descuidada, y su cabello, también grisáceo, caía en mechones desordenados sobre su frente. Era alto, de complexión robusta, y sus ojos oscuros, ocultos tras unos lentes redondos, se movieron con desdén por la sala hasta posarse en los jóvenes genin.
──¿En serio estos mocosos van a escoltarme?
Preguntó con tono incrédulo, cruzándose de brazos mientras los observaba como si fueran simples aprendices sin valor.
El ambiente se tensó por un momento. Naruko frunció ligeramente el ceño, sintiendo cómo algo en su interior se revolvía. No era solo la actitud del hombre... había algo más.
<<──Kurama... algo anda mal aquí. ¿No crees? ──preguntó mentalmente, con un mal presentimiento que le erizaba la piel.
>>──Sí... mantente alerta. Hay algo en su energía que no me gusta. Presiento que algo malo va a pasar... y no quiero que te pase nada.
Respondió con una voz más suave de lo habitual, casi como un susurro que se deslizó por la mente de Naru.
Ella se sonrojó al instante. El tono protector, casi afectuoso, la tomó por sorpresa.
<<──¿Q-qué dijiste? Creo que no escuché bien... ──tartamudeó, con las mejillas encendidas.
>>──¡Ehh! N-no dije nada...
Se corrigió rápidamente, intentando sonar indiferente, aunque su nerviosismo era evidente.
<<──Okey... estaré alerta ──respondió, bajando la mirada con un suspiro, algo desanimada.
>>──Mmm... bien. ──Dijo en voz baja, sin añadir más.
Al salir de su mente, la Uzumaki aún tenía el rostro ligeramente sonrojado y una expresión pensativa.
Esa mezcla de emociones no pasó desapercibida para Hinata, quien la observó de reojo y se prometió mentalmente preguntarle después de la misión qué le ocurría.
──No se preocupe, Tazuna-san. Mis genin son muy capaces, y yo soy un jōnin experimentado ──dijo con tono tranquilo, aunque su mirada se mantuvo firme.
──Bien... eso espero. Me tienen que proteger, incluso si eso significa dar sus vidas.
Respondió con frialdad, tomando un sorbo de sake que sacó de una pequeña cantimplora.
El silencio que siguió fue incómodo. Naruko apretó los puños, sintiendo que algo no cuadraba. No era solo la actitud arrogante del hombre... había algo en su forma de hablar, en su mirada, que le provocaba desconfianza.