6

309 32 25
                                    

Mi teléfono suena y sé que no es Harry.

(Ahora cada vez que suena pienso que es él. Juro que me estoy haciendo más estúpida.)

Declan me ha enviado un mensaje diciéndome que me llamaría en cuánto saliera del trabajo. Hace eso para que pueda prepararme, pero en realidad todo lo que termina consiguiendo es que pase el día con una roca en el estómago creciendo en ansiedad.

En verdad odio las llamadas de teléfono.

Dejo que se marquen tres tonos antes de contestar, pulsando el altavoz para sentir menos ansiedad. Si cierro los ojos puedo pretender que está aquí en el apartamento y no tras una línea codificada.

—Hey, mosquito.

Siempre me saluda con el apodo que me puso cuando tenía siete años.

—Hey, Declan.

—¿Cómo está la vida en Nueva York?

Siempre hace la misma pregunta. Y yo siempre le doy la misma respuesta.

—Poniéndose cada vez peor.

—Ya, lo imagino. Mejor salir de ese agujero de mierda mientras se pueda, ¿eh?

Odio esta ciudad. Esta ciudad me odia.

Aun así, no me gusta cuando con su tonito pretencioso se burla de ella.

—Bueno, ya tú lo hiciste.

La vida en California es fantástica, no me puedo quejar—ruedo los ojos y casi desearía que pudiera verme—. Deberías venir, pequeñaja, seguro te gusta.

Ni en un millón de años.

—¿Para eso me llamaste? —inquiero—. ¿Para ofrecerme ir a vivir contigo?

Lo escucho reírse.

—¿Quién habló de que vivieras conmigo? Sólo ven a vacacionar y avísame cuando estés por aquí, puede que te invite un trago.

Percocet y yo nos vemos y sé que pensamos lo mismo: este tipo es un patán.

Como sea—sigue hablando—. En realidad estoy llamándote para pedirte un favor.

—Si es dinero, no tengo.

Y él tiene mucho. Millones.

No, pero ahora que lo mencionas, ¿Cómo vas con tus finanzas? ¿Recuperándote? ¿Necesitas que te preste?

Este sería un buen momento para que la muerte intentara venir por mí. Saltaría a sus brazos inmediatamente con tal de huir de esta conversación.

—Si quieres que te done un órgano tampoco puedo. Los estoy reservando para cuando necesite venderlos en el mercado negro.

Sabes, sé que estás llena de respuestas sarcásticas que crees que deberían darte un aire encantador y jovial...

—Estás en lo correcto. De eso depende todo mi encanto.

—... pero la verdad es que la mitad del tiempo eres irrespetuosa y desconcertante. Pones a todo el mundo de lo más incómodo.

—Eso también es parte de mi encanto. Mi parte favorita, si me lo preguntas.

¿Lo ves? Ni siquiera puedo intentar mantener una conversación seria contigo. No me tomas en serio.

Si alguien no toma en serio al otro es él conmigo. Nunca lo ha hecho y nunca lo hará.

Hay muchas cosas que odio de él, pero en definitiva la que más detesto es ese tono condescendiente con el que siempre me habla. Es como si, en su mente, él todavía tuviera catorce y yo ocho e intentara explicarme un ejercicio de matemáticas que debería tener dominado porque es tan fácil. Cada vez que terminamos alguna de nuestras conversaciones siento que tengo que retirarme a una esquina para reflexionar sobre todo lo que estoy haciendo mal.

Lost Stars (HS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora