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Tengo la laptop en el piso frente a mí y estoy intentando copiar una extraña posición de yoga. LA chica en el video de youtube se mueve con una flexibilidad inquietante y yo maldigo mientras afirmo mi pie derecho al suelo y estiro la pierna izquierda hacia arriba, de espalda, con los brazos detrás de mí. 

Hace tres años leí que el yoga es buena para la ansiedad y depresión. Supongo que lo dicen porque tienes la mente tan ocupada en no desgarrarte un músculo que todos los demás problemas pasan a un segundo plano.

―Ahora respira, y canaliza tus energías―dice la armoniosa voz a través de la pantalla.

―Vete al carajo―, pero tomo la respiración.

Mi techo está lleno de grietas, observo mientras intento reprimir los temblores de mis brazos y mantener mi pierna en alto, apuntando el pie. Esta cosa va a colapsar sobre mí en cualquier momento.

De repente el timbre de la puerta suena y me toma tan desprevenida que doy un salto, destruyendo mi perfecta pose y cayendo completamente sobre la alfombra.

Percocet me mira desde su cómoda posición en el sillón, inmutable.

―Un día voy a morir y te haré falta―le digo mientras me pongo de pie y muevo mis hombros para recuperarme, tanto de la pose, como de la caída.

El timbre vuelve a sonar, sólo que esta vez también va acompañado de una voz que dice:

―¿Harriet? ¿todavía vives aquí?

El gato y yo intercambiamos una mirada de terror cuando reconozco la voz.

Oh, no.

¿Qué demonios está haciendo aquí?

Miro a mi alrededor con pánico y me doy cuenta del desastre. Algunos suéteres sobre el sillón, zapatos esparcidos por la sala, sin pares a sus lados. Una manta arrojada en el piso que se cayó del sofá cuando Percocet se subió en él.

Estoy segura de que hay platos sucios en la cocina. Y que en el colgador de llaves está uno de mis brasieres porque me lo quité apenas llegué a casa y lo colgué allí para que Percocet no lo dañara con sus garras en caso de encontrarlo en el piso.

Esto es un desastre.

El timbre suena una tercera vez. Vuelvo a sobresaltarme.

―Estoy bastante seguro que esta fue la dirección que me enviaste cuando te mudaste aquí. Que yo sepa, no lo has hecho otra vez. ¿Harriet? ¿Estás ahí?

Literalmente corro por el espacio mientras intento, no ordenar, pero esconder mi desastre antes de tener que abrir.

Cojo todo lo que puedo y lo lanzo en mi habitación, sin preocuparme cómo y dónde cae. Cierro la puerta y tomo una nota mental de no abrirla bajo ninguna circunstancia mientras esté aquí.

Joder, ¿cómo es que está aquí?

Prácticamente empujo a Percocet fuera del sillón. Él aúlla y sale corriendo, lejos de mi.

Mi teléfono empieza a sonar. No lo cojo porque sé quién es, y ya estoy abriendo la puerta.

―Declan―saludo―. Eh, qué sorpresa.

―Harriet, por Dios, ¿es que acaso el timbre no funciona?

No espera a que le invite pasar. Como en un sueño, cierro la puerta otra vez con calma y lentitud.

―¿No me escuchaste llamar? ¿o estás escondiendo a un chico?

―No...no sabía que ibas a venir.

Lost Stars (HS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora