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Harry y yo pasamos las siguientes tres semanas llenando tantas solitudes de trabajo que ya tengo memorizado mi número de seguro social. Como la mayoría de mi tiempo la tengo la libre y mi vida social es tan seca como un pan añejado, levito entre las tres personas que no odio ni me odian de vuelta.

El señor Yoon está feliz de que no trabaje en el bar. Cuando me pregunta qué trabajos he estado buscando y respondo:

―Otros bares.

Él me golpea con la revista que estaba leyendo.

Ceno con él casi todas las noches. Muchas veces, Harry se nos une. Aunque ninguno de los dos hace algo dramáticamente notorio, él se da cuenta. Una mañana, cuando le llevo su correo, me da una sonrisa sabionda que me hace bufar.

―Me alegra que tengas a alguien―es lo que dice.

―Por supuesto que tengo a alguien―abro los sobres y se los voy pasando―. Te tengo a ti, hombre viejo.

―Bueno, me alegra que tengas a alguien más. No te voy a durar para siempre.

―Claro que sí, ese es el trato. Viviremos cien años más a partir de ahora.

Él suspira.

―Qué difícil es hablar contigo a veces, mi pequeña Harriet.

―Todo lo que digo es, el día que te atrevas a morir me moriré yo también.

―No digas eso―me regaña―. No digas eso.

―Y tú no digas que no vas a durar para siempre. Tú y yo somos inmortales, ¿me entiendes? Vinimos a esta tierra a sufrir, no a morir.

―Me alegra que Harry esté contigo.

Y yo vuelvo a bufar, aunque termino sonriendo.

También me paso unos días con Summer. Es difícil coincidir porque cada vez que me invita a una fiesta, me niego. Logro interceptarla a la hora del almuerzo en su nuevo trabajo de recepcionista y las dos vamos a una cafetería de mala muerte donde solíamos desayunar.

―Ahora tengo que hacerlo sola―se queja―. Como una jodida prostituta sin amigos.

―¿Antes qué eras?

―¿Contigo? Dos mejores amigas prostitutas.

―Espera, ¿te refieres a que éramos las mejores amigas o las mejores prostitutas?

―En definitiva las mejores prostitutas―responde con convencimiento mientras devora su malteada―. Ni tú ni yo sabemos ser amigas.

(Y eso me pone un poco triste.)

Harry y yo estamos juntos el resto del tiempo, excepto por las horas en que trabaja o yo paseo con el señor Yoon.

Y todo es exactamente igual, dolo que no lo es.

Porque es mejor.

Viene a casa y le preparo café y sándwiches sin bordes. Intento enseñarle poses de yoga que solo terminan con él empujando dentro de mí sobre la alfombra de ejercicio.

Y para mí es una buena forma de meditar.

Cuando queremos hacer algo estúpido como ver una película o no morir de frío, vamos a su apartamento.

―Tenía mis sospechas―dice de repente mientras vemos una animación de navidad.

Levanto mi cara para verlo mejor. Todas las luces están apagadas y las cortinas grises de los ventanales no permiten que la iluminación de los edificios traspase a la sala.

―¿Qué cosa?

Sonríe antes de responder.

―Que eras un monstruo de los arrumacos―baja la vista a nuestra posición, con su brazo alrededor mi cintura y trayéndome hacia él. Mi mano sobre su estómago, mi pierna derecha pasada distraídamente sobre las suyas. Una cobija sobre los dos. Segundos antes, mi cabeza sobre su pecho―.Te veía toda gruñona por ahí y decía estoy seguro que esta chica es como un peluche abrazable.

Lost Stars (HS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora