Historias de Kasuta | Dactesco

Capítulo 8: Los ocultos tras la guerra

En cuanto quiso darse cuenta, Dactesco ya estaba enfrentándose contra Jacais. Por experiencia podía haber saldado el combate en cuestión de segundos, pero por algún motivo que desconocía no era capaz de realizar una maniobra definitiva. Su cuerpo actuaba por sí sólo, como si se contuviera por miedo hacia el joven. Tal fue esto, que llegó el momento en el que el joven rebelde logró infringir una herida en el riñón de Dactesco, que cayó al suelo.

- No permitas que escape sin ser descuartizado wijuzjk. - Indicó Escotol. Dactel, por unos instantes, volvió a la normalidad y persiguió al rebelde. Sin embargo, aquella extraña sensación de terror y respeto no tardó en retornar a su cuerpo. Pese a ello, logró alcanzarlo. Por algún motivo, su mente no se centró en acabar con su vida, sino más bien en tratar de desarmarlo. En el fondo de su ser ansiaba descuartizarlo, como a cualquier rebelde. No obstante, su cuerpo no obedecía a su cerebro, sino que actuaba por sí sólo y amedrentado por una presión desconocida.

Aquella disputa interna no le permitió esquivar un exploxion lanzado por Jacais, que logró derribarlo. Aquello le permitió ganar algo de tiempo para escapar. Aunque, aquello no era del todo desagrado para Dactesco, ya que se dirigía a la salida donde sus hombres estaban esperando.

- No hay escapatoria, rata rebelde. - Amenazó Dactesco, a espaldas de Jacais.

- Sí, te vamos a descuartizar wijuzjk.

- ¡Eso ni hablar! - Exclamó de repente una voz femenina. No había duda, se trataba de la chica a la que creyó haber matado al entrar en la caverna. No tuvo tiempo de advertir a sus soldados cuando centenares de pequeñas esferas naranjas cayeron sobre las tropas reales, produciendo bastantes bajas. En cuanto observó que los rebeldes se reagruparon, Dactesco ordenó la retirada de sus hombres. Usando su Sello de Sangre, se transformó en Salis para emplear un hechizo de transporte de vuelta al campamento base.

Todos los supervivientes, que se salvaron gracias al hechizo del Pactado, aparecieron en el exterior del campamento , siendo atendidos por los que permanecieron en él para vigilarlo y por los asistentes sanitarios.

- ¡Invocad una barrera anti magia! - Exclamó Dactesco. - ¡Los rebeldes planean hacer un ataque aéreo! - Aquella información, obtenida de la conciencia de Jenni, le dio una pequeña ventaja para el segundo asalto que se vendría en breves. La prioridad ahora era tratar la herida de su riñón y reestructurar los planes. Trataba de transformarse en el muchacho, pero su yo interior anulaba el proceso de su Sello de Sangre. Lo achacó a la herida de su riñón, por lo que fue escoltado a la sección médica del campamento base, dónde ya lo aguardaban los sanitarios, listos para analizar la herida del Pactado.

Lo sentaron en una camilla improvisada y retiraron los ropajes cercanos al riñón dañado.

- Es una herida bastante profunda, señor. - Advirtió el médico. Conforme este lo analizaba, el resto de sanitarios rebuscaba para encontrar los utensilios necesarios para detener el sangrado y desinfectar el corte.

- Lo sé. Me despisté un momento y lo aprovechó bien esa rata. Es posible que debamos retirarnos. - Pronunció el Pactado, adolecido.

- Hermano. - Interrumpió Escotol. - Lo notaste, ¿no?

- Sí, ese muchacho... Tiene esa esencia. - Recordó Dactel, preocupado. Ahora comprendía el motivo por el cual no podía transformarse en Jacais. No era por la herida de su riñón, sino por algo que ocurrió en un momento anterior. Y ello sólo ocurría cuando se usaba un Sello de Sangre contra determinadas personas. - Debemos de informar a Lord III. - Alzó la cabeza, en busca de los sanitarios. - ¡Tratad la herida lo más rápido posible!¡Debemos volver a la capital! - De imprevisto, un soldado accedió al puesto dónde se encontraba el Pactado. Su respiración era desenfrenada. Parecía haber recorrido todo el campamento a toda velocidad para poder proporcionar la información que consideraba de máxima urgencia.