Capítulo 1: Nuevo comienzo

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Un bache desequilibró la carreta en la que yacía tumbado el joven Dactesco, profundamente dormido. Aquello tan solo le molestó, pero un nuevo incidente similar le acabó despertando, abriendo con lentitud y pesadez sus ojos. Frente a sus ojos tenía un cielo repleto de estrellas, entre ellas la siempre destacable Peva, hogar de las deidades supremas de Kasuta: Pe y Va, los dioses de la Luz y la Oscuridad en individual y de la vida y la creación en conjunto.

Al no estar cubierto el carruaje, Dactesco recibió la fresca brisa en el rostro, terminándolo de despertar. Encontró que estaba tapado por una densa manta, de la cual se liberó. A sus espaldas, estaba el conductor de aquel carro: Ishamaek III, el Alzador, actual monarca del reino de Kasuta.

- Buenas noches, Dactesco. Disculpa por mis dotes de conducción, no estoy acostumbrado a manejar caballos a estas horas. - Pronunció.

- Disculpe, ¿Quién es usted? ¿Dónde estamos? - Preguntó Dactel.

- Hermano, ¿Qué estás diciendo? - Le interrumpió Escotol, desde su mismo cuerpo. - ¿Ya te has olvidado del III? - Un incómodo silencio se instaló en la escena. En primer lugar, Dactel comprobó que su hermano pequeño no estaba por ninguna parte, luego echó un vistazo más detenido al rostro del príncipe. Ya fue ahí cuando recordó todo.

- ¡Mis perdones, majestad! ¡Ha debido de ser la siesta que me echado! ¡Me ha despistado, lo lamento! - Procedió a disculparse de inmediato.

- Y eso que tu eres el mayor... - Musitó Escotol, de nuevo empleando el cuerpo de su hermano mayor.

- ¡Oye, que después de todo lo que ha pasado, milagro es que estemos aquí ahora mismo! - La discusión entre ambos fue interrumpida por las carcajadas del III, que fueron seguidas por las del propio Pactado de Sangre.

- Disculpa por tener que avanzar durante la noche. Pero me requieren en la fortaleza y no podemos perder ningún minuto más. - El conductor tensó las riendas y apresuró a los caballos que tiraban del mismo.

- Es extraño. - Dijo Dactesco. - Se supone que las personas de alta riqueza manejan horbeasts. Al menos eso leí en los cuentos de mi hermano. - Indicó, haciendo referencia a un cuadrúpedo híbrido entre caballo y algunas bestias que habitan en los bosques y que dan como resultado un robusto ser empleado por la nobleza como transporte por la alta nobleza por sus cualidades físicas y agresividad ante extraños. Por si aquello fuera poco, algunas especies contaban con rígidas placas que le otorgaban una protección extraordinaria frente a las espadas o demás armas tradicionales. Eso sí, esta pequeña ventaja también se podía compensar equipando a los horbeasts con una armadura diseñada para ellos.

- ¡Cierto! ¡Cierto! - Confirmó Escotol.

- Oh, es que tampoco quería levantar muchas sospechas. - El III se llevó una mano a la cabeza y liberó una sonrisa incómoda. - Cambiando de tema, ¿ya os habéis adaptado a vuestro Sello de Sangre?

- Creo que sí. La presencia de mi hermano y cuando él habla a través de mi cuerpo ya no me producen tantas náuseas como antes.

- Me alegra. Ve entonces a descansar. El día de hoy ha sido duro y no tengas dudas de que los que vienen lo serán más todavía. Tu formalización como Pactado de Sangre se celebrará tan pronto como lleguemos a la capital y entonces comenzará tu entrenamiento. Y luego vendrán tus misiones.

- Será un placer, majestad. Usted me permitió probar la venganza, es lo justo que usted me utilice para que la pueda saborear por sí mismo. - El Pactado de Sangre realizó una reverencia como pudo. Pero el III le corrigió.

- No pretendo utilizarte, Dactesco. A partir de ahora eres como un hijo para mí, pues compartimos sangre. Te entrenaré para que seas fuerte y puedas cumplir el resto de propósitos, aunque me gustaría que me hicieras el favor de ayudarme a mí.

Historias de Kasuta | DactescoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora