Capítulo 6

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El enorme salón sigue tal y como lo recuerdo, es un lastima que dejé de estar en medio de las discusiones del Reino después de mi desafortunada boda, una enorme mesa con un mantel con hermosos bordados de oro, las velas iluminan todo el salón, aquí se discuten todos los asuntos del reino, solo la alta nobleza puede estar presente, para discutir sobre guerras, fronteras, terrenos, nuevos proyectos y dar aprobación a la orden Imperial.

Actualmente solo somos 9 personas incluyendo al emperador los que se nos permite estar aquí.

Al frente de todos se encuentra el emperador, a su derecha mi lugar como la archiduquesa, a la izquierda el duque más influyente del Reino Arnold el León del Imperio, sus tropas militares son las más grandes y poderosas de todo el Imperio y en tercer lugar el marqués Clifford Dankworth un hombre muy influyente dueño de los negocios más exitosos de todo el Imperio los demás son personas muy influyentes pero se someten al mandato imperial, es decir que son parte de su facción.

Como ya me lo esperaba se empezó a hablar sobre ir en guerra contra Merdechetsr, el Imperio vecino, en mi anterior vida esto fue un error muy caro por que no se esperaba que este Imperio tendría un armamento y tropas muy poderosas que nos dejó en crisis por la pérdida de tropas y suministros lo que ocasionó que el hambre matara a muchas personas más que todo plebeyos.

Tras finalizar la guerra las ganancias fueron mínimas y solo obtuvimos pérdidas, esto hizo que perdieramos mucho poder e influencia acasionando invasiones por los imperios vecinos y en el verano del 789 mi hijo se unió a las tropas y fue a la guerra saliendo victorioso y ganando poder llegando a ser considerado el próximo emperador, pero todo fue en vano al final murió como un traidor.

—Me rehusó ir a la guerra, sería una pérdida de tiempo, Merdechetsr es un Imperio en crecimiento, sería mejor tenerlo de aliado que de enemigo.

Los ojos del Albino se posaron sobre la pelis negra que nunca se había opuesto a su palabra.

—Somos un Imperio más poderoso que Merdechetsr si lo invadimos tendremos un mejor comercio y demostrariamos nuestro poder ante el resto.

Los lame botas de Joaquín asistieron a sus palabras como de costumbre.

—No necesitamos demostrar nuestro poderío, ya tenemos la suficiente influencia como para seguir buscando conflictos... Su magestad con el debido respeto le voy avisando que yo como la archiduquesa no voy a apoyar en esa guerra.

   Sus palabras firmes dejaron a todos en silencio total, algunos no podían creer qué la enamorada katriana se opusiera ante el emperador. El león del imperio miro directamente a los ojos de la peli negra, soltó una sonrisa y con una voz calmada respondió:

—Su Majestad estoy de acuerdo en lo que dice la archiduquesa, ir a guerra en estos momentos de paz sería contraproducente.

   Las palabras del Duque fueron suficientes para dar por cerrada la reunión.

   Joaquín sabía bien que no podía decir más nada, a pesar de que él era el emperador, sin el apoyo de la archiduquesa y del Duque no podría hacer nada, guardo la Calma y con una sonrisa tranquila oculto su molestia. En vez de seguir impulsando y tocando la puerta deacero que habían colocado, decidió calmar las aguas del poderoso mar de molestias, preguntas e insultos qué se estaban produciendo.

  —Dejemos este asunto para discutirlos la próxima vez con más calma, por el momento les invito a disfrutar del banquete, pues les tengo una muy grata sorpresa.

   Todos los nobles que estaban en el salón al escuchar estas palabras acompañaron al emperador entre carcajadas dirigiéndose hacia el banquete, dónde yacían bailarines, músicos y la comida que no podía faltar. Todo era diversión, donde los nobles de alto rango observaban todo desde Primera fila, el emperador camino más adelante que los demás llegando hacia dónde se encontraba la emperatriz, ambos se tomaron de la mano y caminaron hacia el hermoso trono qué los aguardaba, los demás solo lo siguieron en silencio mientras qué la música seso.

   Joaquín con mucha delicadeza tomo la mano de su Emperatriz y delante de todos pronunció;

  —Hoy es un día de mucho gozo para el reino, hoy tenemos un motivo más porque celebrar.

   Los guardias empezaron a ingresar al salón con unos esclavos encadenados, todos parecían ser extranjeros, sus ropas estaban sucias y desgarradas, algunos tenían moretones, otros padecían de desnutrición, sus miradas apagadas, descalzos. Algunos hasta les costaba caminar.

  —Hace algunos días mis guardias descubrieron a estos intrusos merodeando por las fronteras, su habilidad con la espada intocable, buenos jinetes y dignos adversarios... Gracias a uno de ellos descubrimos una mina de minerales ubicada en el norte.

   Los aplausos llenaron el salón, era notoria la felicidad. En un  costado Katriana solo observa serena, sabía perfectamente lo qué significaban las palabras de Joaquí, a esas pobres personas las habían torturado para conseguir información, era de suponerse que uno no aguantaría tanto dolor sufrimiento y humillación llegando al punto de divulgar todo lo que sabía, en su anterior vida la mina de diamantes fue uno de los soportes más fuertes del propio imperio, pero sin embargo también fue la causante de una nueva guerra donde ella murió antes de vivirla.

   Todos alzaban sus copas y brindaban bajo el grito de:

  «Larga vida al emperador, larga vida la Emperatriz, Dios bendiga al Sol del imperio, larga vida al emperador...»

   Katraina solo suspiro levantó la cabeza y miro hacia el trono, sus rostros tranquilo pronto desapareció, sus ojos se cruzaron con uno de aquellos prisioneros, se puso pálida estaba al borde de las lágrimas, aquel prisionero era casi idéntico a su hijo, cabellos dorados como el sol, una tez blanca, de estatura alta, la única diferencia se encontraba en el color de ojos.

   Katriana no lo podía creer, hasta que recordó una de las últimas palabras que le dijo Joaquín.

  —Esos bastardos no eran míos, ¿Tú crees que estaría con una mujer como tú?  esa noche el que estuvo en tus aposentos no fue otro más que un esclavo.

Una lágrima recorría el rostro de Katriana, ya no le quedaban dudas, aquel prisionero era el padre de sus hijos.

La boca castigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora