03; La lluvia

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La lluvia caía armoniosamente en el asfalto, en medio del verano, el cálido y brillante verano de Seúl.

Un día gris y triste, frío.

Como muchos otros, los días pasaron y como era su costumbre, supo despedir a aquellos que se alejaban de su lado. Pero por algún extraño motivo, sentía adentro de su pecho una luz extinta. Como si le hubieran robado una estrella a la constelación de su vida.

Así se sentía, como antes y como antes, supo enfrentar el nudo que carcomía su interior.

Algunas veces hablaba con Changbin, solo por mensajes. Pues no sabía qué tan apretada estaba su agenda. De él solo sabía tres cosas: En el examen todo había salido bien, ahora era un médico acreditado en neurociencia. La segunda cosa: ahora trabajaba en el Centro Médico Jang Seo, pero volvía a la capital en ocasiones, debido a llamados que hacían hospitales y clínicas. La tercera: extrañaba los días en Seúl, a sus amigos y los esspresos de la cafetería.

Quería creer que él entraba en esa lista de cosas que extrañaba.

Aún así le dolía y no sabía qué era con exactitud.

Sorprendentemente, podía sentir el dolor que emanaba de su dualidad. El escozor de la pérdida, el sentimiento de ver una llama apagándose esa débil voz emitida por su lobo, dolida y apagada.

Ya no quiero seguir, déjame ir por favor

Puedes irte cuando quieras.

Eso pasaba y lo consideraba normal, escuchar a su omega escondido muy por adentro de su ser, delirando, pidiendo cosas sin sentido. A veces solo aullando de dolor, eso paraba cuando ambos se entregaban al sueño, donde todo resultaba más fácil, donde no había una realidad que aceptar.

Le gustaba huir de eso y de todos ahí sentado, envuelto en una frazada.

Continúo observando la ventana, llenándose de una paz casi intocable. Mientras su habitación continuaba cerrada, apagada y con una tranquila música al fondo.

Le ayudaba a distraerse, era la forma en la que podía sobrepasar los días desde que regresó a casa. Las cenas en familia, por ejemplo, su padre bajo largas pláticas con el resto de la familia -sobre todo con sus primogénitos mellizos y su esposa- había dejado de hostigar al omega por su condición. Ahora inexistente y entablaba conversaciones cortas sobre lo cotidiano con él.

Seungmin casi se ahogó con su café el día que su padre le deseó buenos días palmeando su espalda.

Pero aún existían esas pláticas alfistas donde instruía a sus hijos para el privilegiado mundo de la clase dominante.

Esquivando miradas con su madre, simplemente se disponía a comer y disculparse por abandonar el comedor con la excusa de la universidad o el trabajo.

Sí, tras la ventana había un mundo injusto, pero cambiante y la mejor parte era que Seungmin se quedaba con lo mejor. Siempre eso, la paz.

Tras la puerta, los únicos amigos que conservaba lo oían tararear esa tranquila canción, provocando un apretón de corazón debido a la letra.

I wanna touch a human being
Sound and color

I loath to go back to sleep
Sound and color

Ain't life just down the street

Sound and color

I wish I never gave it all away

La voz del más pequeño de todos. Siempre dolería oírlo cantar. Por el fantasma de aquel extrovertido niño que corría tarareando melodías. El que participaba en cada recital, ese que cantaba entusiasmado en cada cumpleaños. Esa voz que se apagó luego del primer regaño de su padre.

1;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora