Prólogo

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Era mediodía cuando estaba siendo perseguida por los guardias del castillo. Logré salir del pueblo y ya me encontraba en el bosque, sin embargo los perros de caza ya eran conciente de mi olor.

Con mis pies desnudos corría lo más rápido que podía a través de los altos y delgados pinos del bosque. A lo lejos se es escuchaban los ladridos de los perros. Estaba en un estado de supervivencia total, donde el miedo y la desesperación me mantenían en pie.
Donde el sudor y las lágrimas se habían mezclado en mi rostro y mi respiración estaba muy agitada.

No quería regresar nunca más a ese terrible lugar y ahora que conseguí escapar con éxito no iba a rendirme en el último momento. Estaba decidida a luchar por mi libertad.

Saltaba y me escabullía entre troncos caídos y arbustos. Sentía el rechinar de sus pesadas armaduras y los gruñidos de aquellos perros más cerca.
Intentaba no ser pesimista, bloqueando toda desilusión y escenas donde era capturada.

Al poco tiempo llegué a un claro del bosque por donde no podía avanzar. Un gran acantilado estaba en frente mío y en el fondo del mismo el bosque continuaba. Veía el cielo y las aves ante mis ojos.

Estaba en un lugar verdaderamente alto.

Me había detenido mientras el viento movía mis sucios cabellos junto a la mugrosa bata blanca que traía puesta.

Era el fin.

Pensé mientras gruesas lágrimas brotaban de mis ojos. No podía ocultar la realidad por más tiempo.

No me quedaba otro lugar a donde ir.

—¡La hemos encontrado! —anunció uno de los guardias al llegar al claro.

La desilusión y la desesperanza me abrazaron al verlo a pocos metros de mi. Al cabo de segundos apareció todo un escuadrón dirigido por el general Sandor.

—Al parecer la coneja se quedó sin hoyos para esconderse —expresó con sarcasmo mientras se acariciaba la barba.

Los perros me gruñían y me ladraban con tirria. Sabía que si eran desatados, no tardarían en destriparme y comerme viva. De sólo pensarlo me daban náuseas.

Ya no tenía mis armas mágicas para luchar, además de no tener fuerzas.

Mi pecho subía y bajaba mientras protegía a un agitado corazón cubierto de miedo y desilusión. Mis manos y mis piernas temblaban con cada paso que ellos daban. Se acercaban cautelosamente hacia mi como si fuera un siervo siendo cazado desde las sombras.

—No pongas las cosas difíciles Lorena —dijo el general—. Entregate ahora, así podemos llevarte en una sola pieza.

Hace un gesto a sus hombres para que se detengan.

—Si vuelves con nosotros no te volverá a pasar nada —propuso con persuasión—. El rey perdonará tu vida si regresas.

Aprieto mis puños a los lados. Es increíble que pueda decir eso estando consciente de todo lo inhumano que sucede allí. El odio y la impotencia me carcome por cada segundo que pasa.

Alcé la mirada y miré hacia al frente. Vi a cada guardia y a cada perro que estaba ante mis ojos. Luego miré al general, quien tenía una expresión arrogante y oscura en su rostro.
Giré mi cabeza y vi el profundo acantilado a mi espalda.

Eran dos opciones; regresar y vivir o morir aquí.

—Quiero vivir —dije en un susurro con voz temblorosa.

—¡Vaya! Al fin la joven niña comprendió su situación —burló el general y todos los demás rieron.

Monstruos.

—¡Mounstros! —grité con todo el odio que había en mi alma—. Personas... —susurré mientras lloraba—. ¡Personas como ustedes no deberían existir en este mundo!

—¿Eh? —la molestia en su tono era notable—. ¿Cómo te atreves a morder la mano que te alimenta, puta perra?

—Ya no les tengo miedo —afirmé con las migajas de coraje que tenía mientras retrocedía poco a poco—. Ya no tengo miedo.

Sin pensarlo dos veces me lancé de espalda hacia el acantilado y el viento no tardó en abrazar mi manchado cuerpo mientras que el demonio de la gravedad me alaba hacia el suelo.

Escuché los gritos de asombro e insultos de los guardias a lo lejos. Prefería morir antes que volver a vivir en aquel infierno de donde pude escapar.

Al menos intenté ser libre.

Estoy orgullosa de mi misma por ser capaz de superar mis miedos.

Ya...

Ya puedo descansar en paz.

Vi el espléndido cielo azul con esponjosas nubes blancas y un radiante sol en el centro.
Le doy las gracias a Dios de permitirme ver algo tan hermoso antes de partir.

Gracias...

Frank.

FANTASÍA [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora