Día IX de tu indiferencia

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Mañana, seria mañana, mañana volvería la querida soledad, ya me había resignado, solo debía seguir soportando su indiferencia por el resto de mis días.

-¡Mariana la cena!- gritó mi madre desde el segundo piso.

-¡En un par de minutos subo!- respondí.

Respiré profundo, tome la navaja y comencé a dibujar en mi piel hermosas líneas color carmín. Debía ser cautelosa, los lugares que nadie veía eran los mejores para cortar: piernas, estomago, pecho, espalda. Un corte, dos cortes, veinte cortes, sesenta cortes, ochenta y dos cortes y la cifra aumentaba.

Esa noche me preparé mentalmente para la partida de André, debía fingir fortaleza, fingir que sus palabras no me dolerían, ser solo una dura piedra sin sentimientos.

* * *

Amaneció, mis ojos inflamados por las lágrimas de la noche anterior hacían notar mi falta de sueño. <<Ser fuerte, ser fuerte, ser fuerte>> me repetí todo el día. Al terminar este el no había aparecido, ni un solo rastro de su persona.

-Ensalada, ¿vamos?- me dijo Laura

-¿Jair vendrá?- pregunté.

-Supongo, y si no viene es su problema.

-Laura- dijo Jair rodeando con sus brazos su cintura, ella volteo y fue sorprendida con un dulce beso.

El resto del tiempo caminaron de la mano como dos niños juguetones. Laura y Jair, me hacían sentir nostálgica, eran de esas parejas que ya no se veían, esas que se amaban de verdad, que daban todo por el todo. Jair el primer amor de Laura, la primera persona que conoció todos sus miedos y frustraciones y no se fue. Laura, quien había tenido una vida muy complicada, un padre ausente y una madre despreocupada la hicieron fría y dura como una roca, pero cuando estaba con Jair su corazón se ablandaba. Hubo un tiempo en que se separaron y recuerdo ver como ambos sufrían, solos, decepcionados, hasta que al fin se dieron cuenta que ellos son el uno para el otro y se reconciliaron. Los admiro y hasta hoy les deseo lo mejor a ambos.

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