Día II de tu indiferencia

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Sábado. Peino con delicadeza mi cabello, trato de cuidarlo lo mejor posible desde que me confesaste que te encantaba.

Doce del día, emprendo camino hacia la casa de tu hermana Rafaela con esperanzas de verte, necesito respuestas. Toco tres veces la puerta y Rafaela me hace pasar. Mica, su mascota, me da la bienvenida maullando alegremente.

-¿Qué haces aquí tan temprano?- pregunta sorprendida.

-De visita-respondí- me aburría en casa.

-Pensé que era imposible que te dejaran salir tan temprano.

-Lo era-y un silencio nació.

-En fin- dijo abriendo la puerta- pasa.

Pasamos horas y horas comentando sobre la escuela, los muchachos (claro que yo solo de ti hablaba puesto que eres el único muchacho que me saca de mis cabales con una mirada), las anécdotas, entre muchas otras cosas típicas de nuestra edad.

-Aún me es increíble-dijo

-¿Qué cosa?- pregunté

-Que una muchacha como tu se haya enamorado de mi hermano, es tan extraño.

-¿Una muchacha como yo?, tengo dos piernas, dos brazos y una nariz como las demás- repliqué.

-No en ese aspecto, me refiero a una muchacha como tú , linda, inteligente, buena con las personas..

-¡Que bobada!- exclamé.

El tiempo de visita concluyó y Rafaela gustosa me acompañó a la entrada.

-Rafaela- dije mientras caminábamos hacia la puerta principal- ¿André esta aquí?

-Lo vi en la mañana, ¿Quieres que lo llame?-preguntó mirando la escalera

-No exactamente

-¡André!- gritó fuertemente. Avergonzada, camine raudamente hacia la puerta.

-¿Qué?- exclamó André desde la ventana de la lavandería.

-Mariana quiere verte- respondió Rafaela. Sentí un escalofrío desde la puntas de mis pies hasta el último cabello, lentamente doy vuelta y veo tu rostro.

-Hola- susurro y te saludo agitando mi mano.

-Hola- respondes al saludo agitando tu mano también. Rafaela regresa a su casa dejándonos solos en el gran pasadizo.

-Y bueno, ¿A qué se debe tu visita?- preguntas mientras me acerco a la ventana.

-Yo solo quería verte- respondo posando mis manos en el marco de la ventana.

-Pues ya me viste- dijiste cortante y un silencio exhortador nace.

-¿Cómo estás?

-Bien, lavando la ropa sucia.

-¿Deseas que te ayude?

-No hace falta- haces una pausa- es tarde deberías ir a tu casa.

-No quiero- apoyo mi cabeza sobre tu brazo y enredo mi mano con la tuya.

-Mariana vete, es tarde- no me importaba yo solo deseaba estar junto a ti.

-No- dije en voz baja.

-Mariana déjame, tendrás problemas si no te vas ahora.

-Está bien- y retiro mi rostro con decepción.

-Acércate- exclamaste, tocando con tu pulgar mi barbilla me besaste.

Salí de la casa de Rafaela con un sabor a indiferencia, tu no eras así conmigo, tan indiferente como si fuésemos desconocidos..

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