Día III de tu indiferencia

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Iniciarían las olimpiadas escolares y a mí no me agradaba la algarabía que aquel evento creaba pero, al parecer, al resto de los alumnos les era obsesionante la euforia que emanaban las personas en esta época.

Laura y yo nos dirigimos a casa de Rafaela, los pequeños rayos de Sol me daban buena espina, rogaba que hoy me trataras como siempre lo habías hecho.

-Pasen- dijo Rafaela mientras Laura y yo la seguíamos.

-¿André irá?- pregunté tímida.

-No lo sé- respondió Rafaela- ayer hubo una fuerte discusión en su casa.

-André tiene muchos problemas- agregó Laura- si faltase al entrenamiento nadie se molestaría.

-No te preocupes Mariana- dijo Rafaela indicándonos que nos sentáramos- iremos a buscarlo antes de irnos.

Cuatro cuarenta y dos de la tarde, era hora de empezar el entrenamiento. Caminábamos junto a las palomas cuando recordé que debíamos buscarte.

-¿André?- pregunté.

-Se fue antes con Emerson, Pedro, Juan y Leandro; pensé que lo había dicho- respondió Rafaela.

-No, creo que lo olvidaste- dijo Laura.

-Supongo que nos encontraremos en la Bombonera.

-Probablemente.

Caminamos con delicadeza entre los rieles del ferrocarril hasta llegar a la casa de Claudia (a quien pasaríamos a recoger). Tocamos la puerta, ni una señal de vida dentro de la casa, decidimos dirigirnos a la casa de Paulina, quien tampoco se encontraba. Decepcionadas y exhaustas por la larga caminata Laura, Rafaela y yo decidimos seguir con nuestro camino hacia la Bombonera.

Estábamos a cinco cuadras de la Bombonera cuando pude divisar a lo lejos los rostros de Paulina y André, caminaban sonrientes, relajados, como dos adolescentes enamorados.

-Paulina te estuvimos buscando-reclamó Laura.

-Fui a comprar dulces y me encontré con André- respondió acomodando su cabello.

-¿Irán a la Bombonera?- pregunté.

-Sí, justo hacia allá nos dirigíamos.

-Vayamos todos juntos entonces- sugirió Rafaela.

Rápidamente el grupo se partió en dos: André, Paulina y Laura en un grupo, y Rafaela y yo en el otro.

-¿Estás bien?- preguntó Rafaela mientras caminábamos en la ancha carretera.

-Me siento- suspiré- confundida..

-¿Por qué?- preguntó preocupada.

-No te has dado cuenta- le dije- André está muy distante

-Ya sabes como es él- respondió- en la calle siempre se comporta diferente a cuando están en privado, cuando regresamos probablemente se le pasará.

-Espero..

Rafaela empezó a platicarme sobre José y la hermosa relación de cinco meses que poseían.

Podía escuchar tu estruendosa risa desde media cuadra, cerraba los ojos e imaginaba tu rosáceo rostro al mofarte de los demás. Odiaba el rosado hasta que lo vi en tus mejillas.

Posteriormente me enfrasqué en los pensamientos sobre tu lejanía, era tanta la concentración que sin darme cuenta estaba en medio de la carretera.

-¡Mariana!-dijo Rafaela tomándome del brazo y sacándome en un rápido movimiento de la furia de una camioneta plateada- ¡No seas idiota ese coche casi te arrolla!

-Pero por mala suerte no lo logró- pensé.

Y así transcurrieron los minutos hasta llegar a la Bombonera. El básquet me ayudó a distraerme de los tristes pensamientos. Era tranquilizante, correr, saltar, recibir los pases de Pedro y esquivar a Laura.

-Mariana perdón, creo que te arañe- dijo Laura acercándose a mí.

-Lo hiciste- dije mirando mi brazo.

-¿Ya vamos a jugar otra cosa?, esto paltea- se quejó André.

-Depende- respondió Pedro- ¿La cancha de futbol está vacía?

-Sí - dijo Paulina- al parecer se vació hace unos minutos.

-¡Vayamos entonces!- dijo eufórica Gabriela mientras todos la seguíamos.

Ya en el campo: Pedro (el alumno más destacado en futbol) trato de enseñarnos lo básico sobre este deporte. Pases con la parte interna, dominación de la pelota, formas de patear el balón, entre otras técnicas.

Armamos dos equipos mixtos y nos dispusimos a jugar futbol. El juego rápidamente se torno salvaje gracias al entusiasmo de los muchachos. Laura lanzo directamente el balón hacia la portería de André y el defendió su territorio como una fiera sosteniendo el balón con toda su fuerza; dejó el balón sobre el piso y por instinto corrí a quitárselo, mi pie derecho estuvo a centímetros de tocar el balón hasta que los brazos de André me empujaron contra las rejas.

-Lo siento, lo siento- dijo nervioso y me abrazó rápidamente, quien hubiera pensado que ese sería uno de los últimos cálidos abrazos de André hacia mí.

El partido terminó y todos tomamos un descanso.

Laura y André se acostaron en el césped y empezaron a agitar sus brazos tratando del moldear ángeles en el gras. Me acerque.

-¿Puedo acostarme aquí?- pregunté.

-Solo si te comportas como un indigente- respondió en tono burlesco.

-Vale- sonreí acostándome a su lado.

-Perdón por empujarte, fue un reflejo.

-Lo sé, ya no importa- sonreí.

-Supongo que debemos seguir practicando-dijo levantándose.

-Quédate- susurré, y tu rostro iluminado me miro con ternura.

-No, lo siento- me acerqué a él y traté de entrelazar nuestras manos, no se inmuto, tan solo se puso de pie y se alejó abrazando a Paulina.

El partido continuó durante una hora más. A su término me encontraba de pie junto a Paulina, y André se encontraba detrás de ambas.

Tenía la seguridad de que André me abrazaría, por tanto decidí voltear antes de que él estuviera cerca así lo sorprendería de manera grata, pero no, las cosas habían cambiado. Sentí un dolor en el pecho al verlo sonriente en los brazos de Paulina.

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