Día I de tu indiferencia

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Cielo nublado, pistas inundadas.

Camino a la escuela con mucha emoción, siento mi presión elevarse y en mis estómago revolotean juguetonas mariposas. Me detengo en la tienda de Doña Sara a revisar la hora. siete treinta y cinco. Empiezo a correr, siento las suelas mojadas de mis zapatos y los cabellos rebeldes en mi rostro.

Llego, te busco en los pasadizos; tal parece no has llegado aún. Decepcionada subo las escaleras y en voz baja un "te extraño" crea minúsculos ecos en los salones. Ingresó al salón, estas allí sentado en una carpeta lateral haciendo bromas, alegrando a los demás. Te miro efímeramente, me alegra que estés aquí, tomó asiento y sobre la mesa coloco mis cuadernos.

Pasaron las primeras dos horas, me siento confundida, generalmente en este momento ya debiste incomodarme, tratar de besarme a la fuerza, colocar tus manos sobre mi espalda o simplemente acercarte a mí y decir: "Palteas". Pero no lo hiciste, ni siquiera un frío "hola" salió de tus labios.

Hora de recreo. Trato de arreglar mi cabello, rizar mis pestañas manualmente, verme bella para ti. Suspiro y llego al patio, todos están sentados de la forma habitual. Al ver tu lejanía decido sentarme junto a Laura a oír la conversación de hoy. Pasan los minutos y ninguna señal de acercamiento por parte tuya, volteo mi rostro fijando la vista en mi reflejo, nada malo hay en mi aspecto, con sutileza, huelo mis mangas (quizás mi mal olor te cause repugnancia), pero no, no era nada de eso.

A la siguiente hora de clase pasas a mi lado:

-¿Qué haces?- preguntas desinteresado.

-Respiro- respondo algo frustrada.

-Interesante- agregas a nuestra pequeña charla y retomas tu camino.

Doce treinta y cinco de la madrugada. Sigo pensando en tu lejanía, ¿Algo malo hice?, ¿Estas enojado?, ¿Qué es lo que pasa?, son las preguntas que con más rigor analizo.

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