Día IV de tu indiferencia

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El comedor solitario, el tic tac del reloj el único sonido perceptible, la navaja en el suelo brillaba como si estuviese feliz de que la haya usado nuevamente, mis brazos cubiertos de sangre y lágrimas me hacían sentir

Decepcionada de mi misma. Lo había hecho de nuevo, había vuelto a cortarme y no podría detenerme.

Solo quería olvidar, olvidarlo todo.

Día V de tu indiferencia

Martes, siete treinta am, caminaba cabizbaja por la acera.

-¿Tomaste tus pastillas?- preguntó preocupada mi madre.

-Sí, ya lo hice- respondí.

Decepcionante, había llegado a enfermarme mentalmente por mi propia culpa, ¡Patético!.¿Donde quedo la niña sonriente de las fotos familiares?, probablemente destruida por la adolescente bulímica y adicta a cortarse.

-Solo es un juego, no se preocupen- recomendó Gabriela antes del partido.

-¿Serán partidos seguidos?- pregunté nerviosa

-Creo que sí- respondió Rafaela- ayer las chicas del equipo A jugaron con mucha pasión, así que demos el cien por ciento de nosotras.

-¡Arriba equipo B!- gritó María Alejandra.

-¡Arriba!- gritamos a coro.

El cortante viento marcó el inicio del esperado encuentro. Las apuestas estaban en nuestra contra: <<Las escuálidas de cuarto, serán pan comido para las de tercero>>, <<Las de cuarto la tienen difícil, tercero es un salón formidable>>, eran los comentarios más comunes.

Inició el juego, corría de un lado a otro tratando de encontrar el balón, pero nada podía hacer una escuálida muchacha como yo al lado de tan fornidas mujeres de tercero. Quizás eran menores pero sus cuerpos y actitudes no lo delataban.

Llego la oportunidad, una pelota desde media cancha cayó a mis pies. Podía correr y anotar el primer gol de mi vida o darle el pase a alguna de mis compañeras.

Preferí lo segundo, sabia decisión. Podía escuchar los gritos de las personas que estaban en las bancas.

Luego de una agitante media hora, al fin concluyó el encuentro.

-Perdieron uno cero, ¡Decepcionante!- dijo André.

-Pero dimos todo de nosotras- respondí.

-Igual perdieron-dijo- a la firme que paltean.

-Lo sé- respondí.

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