Capítulo 3

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Dylan recogió su bolsa negra de deporte dispuesto a desaparecer lo antes posible del escenario donde hacía pocos minutos había ensayado las canciones del disco que había salido a la venta hacía dos meses atrás.

––¡El puto micrófono, Wagner! ––gritó Adam colgando su guitarra a la espalda.

Dylan hizo una mueca molesto por el grito del guitarrista que le acompañaba desde un principio. Adam era más que un amigo, era un hermano pero a Wagner no le gustaban los gritos y menos las órdenes.

––Adam, no me jodas ––dijo controlando su rabia con facilidad.

––¿Qué te pasa, hermano? ––paró a su lado colocando su mano sobre el hombro del cantante de heavy metal.

––No me pasa nada, Adam ––sonrió de lado aparentando normalidad.

––Bueno, hermano estate tranquilo ––le intentó tranquilizar con esas palabras y se fue.

Dylan suspiró y antes de irse colocó el micrófono en su sitio. Apagó las luces del pequeño bar de noche y salió por la puerta trasera del edificio.

El callejón se encontraba solitario. El sol iluminaba gratamente la pequeña y estrecha calle. A la salida del callejón una limusina negra de cristales tintados del mismo color le esperaba. Por suerte, no se había propagado la noticia de que el famoso Dylan Wagner ensayaría en el más famoso bar de Brooklyn donde lo más abundante aparte del alcohol era el tabaco y el billar.

Antes de subir en el lujoso vehículo comenzó a escuchar los interminables gritos de sus seguidoras. Movió su rostro hacía el alboroto y les dedicó una sonrisa. Hizo una señal de espera con la mano y tras comunicarle al chófer que tardaría cinco minutos más se acercó a las jóvenes.

Les firmó y se fotografió con todas las chicas que habían a su alrededor. Tras eso se despidió en general y subió a la parte trasera de la limusina donde Brianna y Adam le esperaban. Dylan cerró de un portazo la puerta del automóvil y se repanchigó sobre el cómodo asiento.

Sacó una caja de tabaco y poco después tanto Adam como él se encontraban fumando. Brianna hizo una mueca y comenzó a remover los papeles de un archivo. Tras varios minutos sacó un papel blanco con letras escritas a ordenador, tendiéndoselo a Wagner.

Dylan frunció el ceño y con su mano libre tomó el papel. Se sentó mejor sobre el asiento y comenzó a leer en un tono prácticamente inexistente el papel. Tras terminar de leer el folio se lo tendió de vuelta a su representante.

––¿Nada al respecto sobre lo escrito? ––preguntó Brianna curiosa.

Wagner se encogió de hombros y le dio otra calada al cigarro expulsando con lentitud el humo que se acumulaba por salir de su boca.

––Hermano, yo de ti... ––Brianna lo interrumpió.

––Ni hermanos, ni sobrinos ––finalizó y salió de la limusina, el vehículo había parado.

Adam sonrió de lado y miró a Dylan.

––¿Qué era? ––preguntó dejando caer la ceniza del cigarro sobre un pequeño bote de cerámica.

––El contrato para actuar esta noche ––rascó su nuca––. Ya sabes por si algo quería que se cambiase.

––¿Ahora te lo dice? ––elevó una ceja dándole una calada.

––Tío, sabes que no soy un cantante cualquiera ––soltaron varias carcajadas ambos amigos.

Adam salió de la limusina dejando a Wagner disfrutar del silencio, la soledad y del placentero cigarro que fumaba. Sus vicios le daban placer y paz. Era extraña la felicidad que inundaban en su interior. Era difícil el incluso descifrar que sus únicos vicios complementaban a algo que extrañaba a alguien que no estaba.

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