~ Sick of love ~

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Tocó dos veces la puerta de su habitación anunciando así su llegada, más al no recibir respuesta asomó la cabeza con cautela, sonriendo divertido por la imagen que tenía frente a sus ojos.

Horacio yacía enroscado en todas las mantas existentes de aquella mansión dejando asomar solamente su nariz y ojos; y mika, aprovechando la calidez que el contrario desprendía, descansaba encima de él echa un ovillo.

— ¿Estás bien, H? — cuestionó suavemente, temiendo alterar aquella relajante burbuja si elevaba el tono de voz — ¿Necesitas algo?

Cuando la respuesta para ambas preguntas fue un simple quejido adormilado no pudo evitar ingresar por completo y tomar asiento junto a él.

Horacio apenas sintió el peso extra sobre el mullido colchón y un helado toque sobre su frente de forzó a sí mismo a abrir los ojos, topándose con la que a su parecer era la más bella de las alucinaciones.

— Estás hirviendo — Volkov frunció el ceño, pero no por desdén o apatía como en antaño sino por algo más profundo, genuina preocupación — sí que debí llevarte al hospital esta tarde — se regañó a sí mismo.

Horacio le miraba con los ojos entrecerrados y una pequeña sonrisa boba plasmada en el rostro, ignorando por completo lo que sea que el contrario le decía.

— ¿Eres un ángel? — susurró aún con el característico sopor adornando su voz.

Volkov sonrió ampliamente ante el recuerdo negando divertido y al mismo tiempo permitiendo que la calidez de aquella inocente memoria le invadiera por completo.

— Si que lo eres — se respondió el rubio a sí mismo, sonriéndole de vuelta y cerrando los ojos nuevamente — Solo un ángel podría sonreír de esa forma tan bonita.

A pesar de que su palabras parecían haberse extraviado en aquel susurro el ruso había escuchado cada una de ellas.

Tan perdido se encontraba en aquellas frases que significaban todo y a la vez nada que no fue consciente del momento en el que su mano abandonó la frente del menor y sin su consentimiento descendió hasta su mejilla en donde ahora repartía delicadas caricias con sus nudillos.

El profundo suspirar del moreno lo sacó de sus cavilaciones, indicándole que estaba a punto de sumirse nuevamente en el mar de ensueño en el que vagaba antes de que él llegara.

— ¿Necesitas algo? — preguntó una vez más — ¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?

— Un té, quiero — murmuró aún con los ojos cerrados, más esbozando un tierno puchero que obligó al contrario a sonreír.

— Un té — repitió — Iré a prepararlo, ahora regreso.

Con una última caricia se incorporó de nueva cuenta encaminándose esta vez a la cocina dispuesto a cumplir la petición del menor.

Lo que el ruso desconocía por completo es que su interpretación era errónea pues la solicitud de Horacio no incluía comas ni acentos.

Un te quiero.

Aún en su inconsciencia Horacio externaba su sentir por la única persona en la tierra que le había hecho "enfermar" de aquella forma.

El resfriado pasaría en unos cuantos días, pero padecía de una condición crónica mucho más grave y que, para su buena o mala suerte, carecía de cura.

El amor.

Un amor incondicional que había permanecido vivo aún después de tantos años y que ahora estaba consumiéndole desde dentro al creerse rechazado una vez más.

Tal vez la enfermedad también le había cegado pues de no ser así habría notado que lejos de destruirle estaba contagiando al dueño de cada uno de los latidos de su frágil corazón.

Un te quiero.

Él sin saberlo había recibido miles, no en palabras sino en acciones siendo una de tantas el cobijo de aquellos protectores brazos de porcelana que no tardaron en volver a su habitación para cobijarle como tantas otras veces lo habían hecho.

— ¿Horacio? — volvió a llamarle, apartando con delicadeza una de las mantas que cubrían su rostro para mimar de nueva cuenta su sonrojada mejilla — he traído tu té, espero... espero que te guste.


ෆ— 𝐹𝑖𝑛 —ෆ

𝗩𝗼𝗹𝗸𝗮𝗰𝗶𝗼 𝗢𝗻𝗲-𝘀𝗵𝗼𝘁𝘀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora