-Te amo mucho más- murmuré apoyando mi cabeza en su hombro.
Estaba sentada sobre su regazo, y sus firmes abdominales se amoldaban a la zona baja de mi espalda.
-Qué bien se siente escucharlo- siguió hablando en voz baja- luego de tanto tiempo... pensé que me sacarías a los golpes -rió brevemente.
-¿Cómo es que no te diste cuenta?- pregunté más para mi misma que para él- diablos, fuí demasiado obvia. Estaba segura... de que no sentías lo mismo por mi... -me desahogué- y cuando me invitaste a vivir contigo supe que sería más difícil-.
-Si tan sólo te lo hubiera dicho hace meses... te juro... no sé porqué comencé esa maldita pelea áquel primer día de instituto-.
-Yo tampoco, aunque me sorprendí ante tu actitud- afirmé.
-Creo que fueron celos- fruncí el ceño- te vi con Marco... y a mi... me ignorabas. Fue ése ego mío que tanto odias,... -reímos- y aun así, si de la única forma que me hablarías sería insultándome, pues... iba a provocarte-.
Aparté mi cabeza de su cuello para mirarlo perspicaz.
-Lamento eso- me apené- es que... todo ese asunto con Caroline, el parque... ya ha pasado un año, es increíble-.
-Perdón por haber sido mujeriego- una carcajada involuntaria salió de mi garganta y el me miró fingiendo estar ofendido- hieres mis sentimientos... estoy disculpándome con sinceridad- solté otra carcajada más apretando el rostro contra mis manos y el comenzó a reírse también.
-Nunca creí que te escucharía decir eso- admití aun riendo.
-Me has cambiado...- sonrió- y me alegra mucho que hayas entrado a mi vida-.
Paré de reírme y lo miré seria.
-¿Recuerdas áquel día?- dije refiriéndome al día en que nos conocimos.-¿Cómo olvidarlo?- carcajeó- el mejor día de mi existencia- dijo dramáticamente.
Arqueé una ceja.
-Claro, cuando plácidamente te acomodaste sobre mi trasero- lo señalé acusadoramente y él me miró divertido.
-¡No había espacio! ¡no es mi culpa!- se defendió con una sonrisa pícara.
-Si claro...- coincidí erróneamente de manera sarcástica- de todos modos... me alegra que hayas sido tan pervertido-.
-¿Enserio?- preguntó curioso- ¡sabía que eras pervertida!- me hizo cosquillas y yo le rogué que parara.
-¡No fue por eso!- me quejé- me refiero a que si hubieras tenido el descaro de apoyarte contra mi trasero, no te hubiera conocido.
Rió y acarició mi cabello.
-De todos modos me hubiera acercado a ti- confesó.
-¿Para qué?-.
-Para pedirte una cita o tu número- fruncí el ceño- admite que eres atractiva- dijo a la defensiva.
-¿Pero... tan así?- cuestioné confusa- me refiero, no me conocías, ¿para qué diablos querrías mi número?-.
-Uhm... no lo sé... ¿para llamarte, concertar una cita y conocerte? ¡Duh!- dijo sarcástico.
-Qué manera tan rara tienen ustedes, los hombres, de comportarse- especulé.
-Pero aun así me amas- dijo con mirada triunfante.
-Sí, no sé si te he contado... me han diagnosticado demencia temporal...- comencé divertida.