El camino fue sorprendentemente placentero.
Íbamos charlando y riéndonos de cualquier estupidez.-Así que,... ¿qué CD te enviará Facu?- preguntó con curiosidad.
-Uno de Sleeping at Last.
-¿Le gusta esa banda?- intentó no carcajear y lo miré.
-¿Hay algún problema con ello?- dije acusadora.
-No, no, claro que no.
Lo miré inquisidora y el no contuvo la risa.-¿Qué diablos?- pregunté casi enojada.
-Es que... es algo gay-.Involuntariamente lo fulminé con la mirada.
-No es gay, ¿por qué lo dices?-.
-¿Haz escuchado las letras?- preguntó encendiendo un cigarrillo.
-No le he prestado atención a las letras, sólo a la melodía.
-Pues que tu lo escuches, está bien, porque eres chica, y a todas les gustan esas letras empalagosas, pero él...
-¿Y eso que tiene que ver?-.
-Bien, mejor ya no hablemos de ello- dijo riendo.Seguimos hablando a lo largo del camino. Ignoré todas sus preguntas acerca de adónde nos dirigíamos.
Quería ir al bosque. Sí, al bosque.
Tras el conjunto de frases que divagaban en mi mente, de mi madre, también habían llegado delicados recuerdos de cuando era pequeña.
Las tardes tibias, en las que mi padre no se encontraba en casa, mamá me llevaba al bosque.
De alguna manera, me sentía conectada con ella, ése día.
Había dejado toda la racionalidad de lado, para dedicarme a la locura que sentía por Jorge, y ya no me importaban los corazones rotos.
"Vive el momento"- me decía a mi misma.Jorge me miró sorprendido cuando aparqué con cuidado su auto a un lado de la carretera.
-¿Qué es éste lugar?- preguntó con curiosidad mientras se bajaba.
-¿Qué no es obvio?- me reí- es un bosque tonto...
-Es bonito. ¿Pero porqué venimos aquí?-.
-Quiero pasar el día contigo-.El me miró con ternura, y por un segundo me sentí indefensa. Como si estuviera entrando al mismísimo cielo a toda velocidad.
Por tan solo un segundo sentí que él me amaba como yo a él.
Pero aun siendo consciente de que no era así, me arriesgaría.Me engañaría a mi misma, sabiendo que en las noches mi corazón se desmoronaría.
Era enfermizo; pero el vacío que sentía en el pecho era totalmente inexistente cuando Jorge me miraba, me sonreía o incluso estaba cerca de mí.Caminamos a través del bosque. Eran eso de las tres de la tarde cuando llegamos a un gigantesco prado.
Podría ser tranquilamente cuatro estadios de fútbol.
-Waw...-.
-Lo mismo digo- susurró Jorge.De mi bolso, tomé una manta y la estiré sobre el cesped.
Habíamos pasado por mi departamento en el camino, a tomar algunas cosas para llevar a nuestro viaje.
Me senté y saqué mi cámara.
-Sonríe- le insté a Jorge a mi lado.
El puso una cara graciosa, y el flash fue lo siguiente que se oyó.-Ven- Jorge me tomó de la cintura y me cargó sobre su regazo.
Me quitó la cámara de la mano, y besó mi mejilla.
Volvió a escucharse el sonido del flash.Tomé la cámara, y miré la foto.
-Qué bonita-.
-Igual que tú- murmuró sobre mi oído.Dejé la cámara sobre la manta, y volteé mi rostro para besarlo.
Rocé mis labios suavemente contra los de él, saboreando con lentitud ese dulce néctar que poco a poco se convertía en mi perdición.Quería disfrutarlo, lenta y perezosamente, aprenderme sus facciones de memoria.
El acarició mi cuello, y yo fuí marcando el paso y la intensidad de nuestros besos.
Su mano apretó con suavidad mi cintura. Me senté a horcajadas sobre él, y estiré mis brazos encima de su cabeza para acariciar su cabello. Luego las bajé hasta su nuca, y lo atraje más hacia mi boca.