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Me tomo de un trago el vodka con naranja que aún me quedaba en el vaso. Esta caliente, los cobitos de hielo hacía rato que se habían derretido. Observo con desinterés el vaso y lo giro un par de veces entre los dedos para después colocarlo boca abajo en la barra. Mi mirada se concentra en las escasas gotas que se esparcen caóticas sobre la oscura superficie, reclamando quizá un significado en ellas, como quien busca su futuro en las tazas de té. Un inesperado empujón en la espalda me obliga a abandonar el trance hipnótico en el cual me había sumergido. Giro perezosa y observo al borracho que se había caído sobre mi tras dar un traspié. El hombre levanta la mano a modo de disculpa. Asiento con la cabeza y vuelvo a mirar a la barra, pero las gotas que antes me resultaban tan seductoras se habían convertido en diminutas y aburridas huellas carentes de interés. Busco al barman, decidida a pedir otra copa para vaciarla sobre la barra y así poder ver de nuevo esas preciosas gotas que tanto me habían fascinado, pedo desisto al comprobar que este me mira con un gesto malhumorado que tendría un gorila molesto. Hasta los borrachos saben cuándo se están pasando de la raya.
Me levanto con cautela y camino inestable hacia la pista de baile. Al fin y al cabo, si había acudido allí, sola, sin amigos, era por un buen motivo: olvidar. Y eso no lo iba a conseguir quedándome en la barra, asediada por un montón de borrachos. Me sostengo tambaleante sobre mis pies, en un baile que es en realidad una parodia etílica y miro alrededor buscando la presa perfecta para la cacería. Aunque aun estando rodeada de gente, me resulta mucho más difícil de lo que había pensado al principio. La música me resulta extraña, no me gusta, no era lo que solía escuchar con Lara. Cabeceo, enfadándome conmigo misma por recordar lo que estoy empeñada en tratar de olvidar.
Deambulo, tropezando con los pies de personas que, aún más tomados que yo, dormían en los extremos de la pista. Me abro camino a codazos hasta la zona central, una vez allí, dejo que mi cuerpo se mueva al monótono y estridente ritmo de la música. Fijo la mirada en un grupo de mujeres que bailaban cerca de mí. Una de ellas, castaña, con el pelo largo hasta mitad de la espalda, buena figura, me llama la atención. Me aproximo con una lánguida sonrisa dibujada en el rostro y comienzo a bailar cerca de ella. Ella, percibiendo la cercanía, gira la cabeza, observa con detenimiento y asintiendo satisfecha, se mueve hasta pegar su cuerpo al mío. Nos contorneamos en una danza hasta quedar frente a frente. Tomo la cintura de la chica, pegándola más, y hundo la cara en la sedosa melena oscura, a la vez que cerraba los ojos. Inhalo profundamente el ambiente saturado de perfume, una mezcla de sudor y humo artificial se introduce en mis fosas nasales. Me froto con anhelo animal mis caderas contra el vértice oculto entre las piernas de mi acompañante, y deslizo una mano hasta alojarla en su trasero, el cual era más respingón de lo que esperaba.
Abro los ojos lentamente, mi compañera continuaba bailando excitada, con la cabeza colgando hacia atrás, mostrándome una cara que no era la de Lara. El embrujo desaparece dando paso a la dolorosa realidad. Me aparto bruscamente de cuerpo voluptuoso que continuaba bailando. Doy un paso atrás, e incapaz de decir nada, me doy la vuelta y abandono la pista para regresar rápidamente a la barra. Alzo la mano solicitando la atención del camarero. Necesitaba refuerzos si quería olvidar.
- Me invitas una copa
Levanto la cabeza e intento centrar la mirada en la mujer que estaba al frente. Una preciosa rubia. La recorro con la mirada. Baja, ojos azules, pechos enormes y culo prominente. Justo lo que necesitaba. En ella no hay nada que me pueda hacer recordar a Lara. Asiento con la cabeza, mientras me dedica una sonrisa tan ebria como la mía. La chica me dice su nombre y lo que quiere tomar. Me esfuerzo por recordar el nombre de la bebida para poder pedírsela al barman, el de ella ni siquiera me moleste en escucharlo.
- Una noche estupenda ¿verdad? – comenta ella tras dar un trago.
Miro alrededor y asiento sin ganas. Ya debe ser bastante tarde, pero la discoteca continuaba abarrotada de cuerpos sudorosos que bailaban. Absorta en las luces de la pista, siento el contacto de la mano de la muchacha posarse sobre mi muslo, percibo sus labios manchados de carmín moviéndose, su boca abrirse en una risa que el desinterés, unido a la música a todo volumen, me impiden escuchar. Asiento con la cabeza, hastiada. No pe apetece hablar. Tampoco escuchar. Solo estaba allí en busca de olvidar, no hacer vida social. Espero hasta que ella se termine la copa, indiferente a la conversación que la chica intentaba mantener. La tomo de la mano y, tirando de ella, la arrastro hasta la pista de baile. La multitud nos envuelve, cerrándose a nuestro alrededor, aislándonos en una burbuja de cuerpos, sudor y vibraciones.
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No te enamores de mí.
ChickLitNo tengo palabras para hacer una sinopsis a esta historia, pero de seguro te encantara. Simplemente es la historia de Renata. ESTA HISTORIA NO ME PERTENECE. AUTORA: MARI. SITIO DE PUBLICACIÓN: TODO RELATOS.