Capítulo Siete: Espejismos.

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El sonido de la alarma me despierta de golpe del sueño en el que estaba.

Poco a poco abro los ojos y estoy un poco desorientada. No reconozco esta habitación y, luego de unos segundos, proceso toda la información… estoy en el cuarto de invitados y, que Lara y Andrea están durmiendo en mi habitación.

Estiro los brazos y me restriego los ojos para tratar de quitarme la pereza.

Ella está a unos metros, en mi cuarto y un calor empieza a recorrerme el cuerpo por completo.

Me levanto, entro al baño para realizar el proceso de higiene correspondiente. Al terminar, organizo el cuarto y me dispongo a salir.

Abro la puerta y comienzo a bajar las escaleras. Cuando llego al comedor contengo la respiración. En la mesa ya se encuentran desayunando Lara y Andrea con mi hermano.

- Buenos días – saludo nerviosa y con la voz temblorosa

- ¡Hermanita! – Nacho se levanta de la silla y viene a mi encuentro – ¿cómo estás?

- Bien, no sabía que ya todos se habían despertado

- Por supuesto, pero ven a desayunar con nosotros – dice llevándome hasta la mesa.

Llegamos a la mesa. Lara me mira, pero no puedo descifrar su mirada, pero no noto enojo. Andrea me mira y me sonríe, yo le devuelvo una media sonrisa nerviosa.

Desayuno rápido. Nacho se levanta y se despide de todas para irse a su cuarto. Me levanto recojo todos los platos de la mesa y los llevo a la cocina.

- ¿Lista para irnos? – le pregunta Lara a la niña levantándose de su silla

- Si mami, voy a buscar mi bolso – responde Andrea sonriendo

Ambas quedamos solas en la cocina.

- Renata, gracias por recibir a mi hija. Y también por permitir quedarnos a dormir. Muchas gracias

- No tienes que agradecer. Yo te lo ofrecí. Andrea es un encanto y ya sabes que pueden regresar cuando quieran.

La peque llega con su bolso y nos dirigimos a la salida. Llegamos hasta el carro de Lara.

- Bueno Andrea espero que la hayas pasado muy bien.

- Sí, me la pase genial – dice sonriéndome

- Qué bien – le devuelvo la sonrisa – pero tienes que regresar para bañarte en la piscina

- Si me lo prometiste

- Yo cumplo mi promesa – le digo levantando mi mano

- Mami, nos podemos quedar un poco más, ¿quieres?

- Lo siento, hija. Tenemos que irnos. Despídete de Renata y dale las gracias.

La niña se levanta y me abraza. Se sube al carro y en la cara muestra un gran enojo por las palabras de su madre.

Ella se pone frente a mí y me estira la mano para despedirse. Yo le estrecho la mano y no se la quiero soltar. Quisiera tenerla entre mis brazos y no soltarla nunca.

- Hasta pronto, Renata – se despide mirándome fijamente con esos hermosos ojos verdes que me encantan.

No quiero que se vaya, porque no sé cuándo la volveré a ver otra vez. Pero debe regresar a su casa a ver a su esposo…

- Adiós… Ya te echo de menos

Me suelta la mano de golpe rompiendo así adorable sensación que nos unía.

Sube al auto, lo pone en marcha y se comienza a alejar hasta que lo pierdo de vista.

Entro de nuevo a la casa, algo nerviosa. Sé que nacho me llenara de advertencias y regaños.

No te enamores de mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora