Epílogo

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El 24 de diciembre era un día marcado por el romanticismo en Tokio, lejos de la fecha familiar que se celebraba en otros países. Centenares de parejas de jóvenes salían para declararse en esas fechas, pasar un momento especial con su ser amado y compartir algún pastel de regalo. El pedido de Víctor para ese día fue muy claro y Yuuri se había preparado para esa fecha crucial. Su pedido de regalo definitivamente era muy japonés.

Comieron y disfrutaron pasteles en una de las pastelerías decoradas, rieron y se miraron enamorados en todo momento. Luego bailaron en una disco hasta que llegó las doce y Víctor cumplía oficialmente sus veinte años. Cuando conoció a Víctor este le había dicho que tenía sus veinte, resultó que era "casi" veinte. Víctor admitió que se puso un poquito de edad porque tenía interés de coquetearle.

Su novio acababa de cumplir los veinte años y mientras lo celebraba con un beso en medio de la pista de baile, en su cabeza solo pensó en lo extraño que se sentía estar así: tan lleno de ganas, con la sensación de conquistar al mundo. Al abrazar a Víctor se sentía así.

Pero la noche no había terminado, no, apenas empezaba. Lo que Víctor había pedido requería ahora de privacidad. Abandonaron la discoteca casi a la una de la mañana y no hubo siquiera rastro de sueño. Yuuri disfrutaba de la textura suave de la piel de Víctor pues su novio había decidido asistir a su cumpleaños con un Cross Top, como si la sangre rusa fuese de oso polar y no necesitara más que el abrigo encima para sentirse bien con el clima. Su cabello largo estaba sujeto en una cola, un largo abrigo negro cubría la chamarra también corta que ayudaba a darle vista a su perfecto abdomen. Las manos de Yuuri estaban bajo su espalda, mientras caminaban, con la excusa de resguardarla del frío bajo el abrigo cuando todo lo que quería era seguir disfrutando de la sedosidad de los vellos cortos y lacios de la zona.

—Ya llegamos —anunció Yuuri al abrir la puerta de la habitación del hotel donde pasaran esa madrugada. Eufórico por lo que vendría, le dio paso a Víctor para que pudiera entrar—. ¿Seguro no hay problema con tus padres?

—Le dije que iría mañana después de las competencias nacionales. —La puerta se cerró. Marcaba las dos de la mañana.

El magnetismo hizo lo suyo, el cuerpo de Víctor se pegó al suyo y Yuuri abrió su boca para recibir la de su novio ávido de juventud, de fuego, de todo. Caminaron con dificultad en la habitación mientras se besaba, Víctor no le dio tregua hasta que se tropezaron en la cama y ambos cayeron en ella, Yuuri bajo él, sintiendo ese peso que varias veces se había encargado de imaginar en la soledad. Sus labios eran fosas de calor que lo derretían.

—Espera... —suspiró Yuuri con dificultad, sosteniendo las codiciadas caderas del joven periodista sobre su entrepierna—. Me está pulsando el cinturón.

Víctor se movió un poco para permitirle a Yuuri zafarse el cinturón de encima. Se quedó a su lado, de costado y con sus dedos creando círculos sobre el pecho de Yuuri.

—Estoy ansioso... —Y Víctor dibujó un mohín delicioso que lo hizo ver más un adolescente que un joven adulto. Yuuri rio.

—Sí, pero hay que prepararse, ¿recuerdas?

—Ya he estado practicando a solas —susurró en su oreja y Yuuri sintió culebritas morder en sus entrañas—. ¿Tenemos hasta qué hora?

—Mañana a las nueve debemos estar en el estadio para las nacionales. —El japonés se sentó en la cama para escapar de su novio. Acto seguido, Víctor abrió sus piernas para sentarse sobre él nuevamente. Yuuri lo sostuvo con firmeza de sus caderas.

—Bien, tenemos dos horas para darnos amor y dos para dormir.

—Sí... y tienes 20 minutos para prepararte —le dijo deteniendo el impulso del jovencito que ya quería derrumbarlo de nuevo a la cama. Yuuri se quitó los lentes antes de propiciar un nuevo beso, luego le retiró el abrigo oscuro y la chamarra, para dejar a su novio con el Cross Top de cuello alto y sin manga que fue una tentación desde que lo vio—. Al menos que nos saltemos eso...

Mi amado Yuuri-sempai (YoI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora